Tengo la fortuna de veranear cerca de Soria, y me enteré por la prensa, que iba a haber una visitas guiadas a la mítica ciudad por la asociación Tierra quemada , que se dedica a la difusión del Patrimonio Cultural Numantino y Celtibérico, con actividades de reconstrucción histórica y escenificación de los episodios de las Guerras Numantinas.
Las guerras numantinas, o su episodio final; el conocido como cerco, o asedio de Numancia, son conocidas, pero no puedo resistirme a dejar aquí un pequeño resumen de lo que allí sucedió.
Las guerras celtibéricas hicieron necesario incluso modificar la constitución romana, para que esta pudiera permitir p enviar cónsules de prestigio antes del periodo de los 10 años, que debía transcurrir de un nombramiento a otro; y al mismo tiempo, el hecho de que el cónsul designado pudiera hacerse cargo del ejército al inicio de la campaña en primavera, llevó a adelantar del 15 de marzo (idus) al 1 de enero (kalendas) su nombramiento y toma de posesión –para que tuviera tiempo de trasladarse a la Península-, lo que obligó increíblemente también, al cambio del inicio del año romano, que, como veis, es el que se ha mantenido hasta el momento actual.
El pretexto para la declaración de guerra estuvo desencadenado por la ciudad de Segeda (sekaisa) (El Poyo de Mara, Zaragoza). Esta ciudad estaba procediendo a la remodelación de su territorio, congregando de grado o por la fuerza a los pobladores de los alrededores (los titos), y comenzó a ampliar su recinto y a construir una nueva muralla de 8 km. de perímetro, lo que provocó el enfrentamiento con Roma, ya que ésta interpretó que se alteraba el tratado de Graco.
El Senado envió a Fulvio Nobilior, con un ejército de "poco menos de 30.000 hombres" contra los segedenses, quienes, al enterarse y no haber acabado de fortificar su ciudad, pidieron acogida con sus mujeres e hijos a los numantinos, que los recibieron como aliados y amigos. De esta manera, Numancia fue arrastrada a la guerra de forma injustísima, al decir de Floro, a pesar de haberse abstenido hasta entonces de participar en los combates.
El primer Cónsul romano en estrellarse frente a la resistencia de los numantinos fue Quinto Cecilio Metelo Macedónico.(Vencedor en la guerra contra Macedonia).
Procedía de someter la mayor parte del territorio hispano, y persiguiendo a refugiados vacceos, belludos y titos que se refugiaron en Numancia, desarrolló la primera batalla contra el castro de Numancia. La derrota romana fue total, con lo que varios pueblos se animaron a la rebelión contra los opresores romanos.
Hubo muchas bajas , pero debido al número de remplazos, estas bajas fueron más dolorosas para los numantinos que para los romanos.
No obstante, Roma no había conseguido el objetivo que se había encomendado.
Con estos resultados y siendo difícil poder reclutar nuevos defensores, los romanos fueron cerrando el cerco. Así con varios elefantes, los romanos pusieron a prueba en el 150 a Jc. En esta ocasión tras retroceder en estampida al recibir uno de ellos una gran piedra desde las murallas de la ciudad, los elefantes terminaron volviéndose contra los romanos causando muchas bajas y perdiendo la cohesión necesaria para la batalla. Así los Numantinos pudieron asestar una dura derrota a los romanos.
Tras este episodio, el nuevo Cónsul Claudio Marcelo declaró una paz que no fue respetada. Se pedía un desarme por parte de los celtíberos. Así en el 143 a Jc. un nuevo levantamiento contra roma se llevó a cabo.
Al mando del cónsul Cecilio Metelo, 32.000 soldados entraron en combate con los nativos. Tras dos años y medio de combates se pensó en un acuerdo de paz que finalmente no fue aceptado por los numantinos.
Un nuevo Cónsul, Quinto Pompeyo Aulo intentó con escaso éxito acabar con la resistencia numantina. Y de nuevo, sin lograrlo. Se dedicó finalmente a saquear y quemar los campos anexos a la ciudad. En una de estas razias fue capturado siendo obligado a una nueva paz deshonrosa para Roma.
Tras esta derrota, tres Cónsules mas trataron de hacer capitular Numancia, pero sin atreverse a atacar de forma directa la ciudad amurallada.
Fue finalmente en el 134 a Jc. cuando Roma envío al mejor de sus generales Publio Cornelio Escipión Emiliano, apodado entonces “el Africano Menor“. Con pocos recursos, pero con mucha inteligencia y precedido de una gran reputación terminó reclutando en torno a 15.000 soldados veteranos.
La idea fue evitar enfrentamientos en los que el desgaste fuera mayor para los atacantes. Así mandó construir 7 campamentos y una gran empalizada que cercara la ciudad numantina.
Tras más de 15 meses de asedio, cuando la escasez de comida dio paso a la inanición, cuando beber el agua de los pozos envenenados por el enemigo significaba la muerte, y la poca que quedaba almacenada en los aljibes se distribuía en las últimas y pequeñísimas dosis, los habitantes de Numancia llegaron a la conclusión de que era preferible la muerte a la esclavitud, y prendieron fuego a la ciudad para no dejar al enemigo más que escombros como botín. Cuando al amanecer empezaron a distinguirse densas columnas de humo que salían de la ciudad sitiada, los centinelas romanos dieron la voz de alarma desde las torres de vigía. Horas más tarde, los primeros legionarios llegaban hasta el pie de la muralla de Numancia y encontraban las puertas de la ciudad abiertas.
Dentro, el caos. Los numantinos se habían estado dando muerte unos a otros durante toda la noche en una terrorífica algarabía de gritos, llantos y sangre. En el suelo de las calles yacían madres que habían degollado a sus hijos antes de abrirse ellas mismas el vientre; muchos hombres se habían asesinado por parejas, lanzándose uno sobre la espada del otro y viceversa. Numancia era una ciudad fantasma donde miles de muertos esperaban que el tiempo les convirtiera en polvo.
Cuadro "Numancia", de Alejo Vera y Estaca. Actualmente en el Museo del Prado.
Fijaos bien en los detalles.
Dijo algún historiador romano que los cautivos, la mayoría, eran niños y niñas que no superaban los doce años; aquellos a los que sus padres no habían tenido el arrojo suficiente de matar antes de verles esclavos de Roma. A pesar del cautiverio se les había tratado bastante bien. Su estado era tan lamentable cuando les encontraron vagando entre las ruinas humeantes de la ciudad celtíbera ,que muchos murieron víctimas del hambre y las enfermedades antes de poder ser exhibidos en el desfile.
En las miradas de aquellos impúberes prisioneros aún se distinguía el pavor de todo lo vivido, el recuerdo de las privaciones, del salvajismo del asedio, de la visión de sus familias muertas y sus casas quemadas.
A Escipión, desde este momento se lo conocería como ‘El numantino’, por ser esta victoria para Roma mucho más importante, que la de Cartago.
Así pues, Roma necesito casi 20 años para someter a la ciudad de Numancia; pese a contar con mejor y más numeroso ejército. No obstante el tesón demostrado por los valerosos defensores fue alabado y ensalzado por los romanos y pasando el término de Numancia a significar una capacidad de resistencia a prueba de todo límite, y a menudo en condiciones muy adversas. Así lo recoge actualmente la Real Academia de la Lengua Castellana.
Comenzamos la visita a la ciudad junto al monolito conmemorativo erigido por S.M. Alfonso XIII en 1908.
Una mujer saca agua de un aljibe, casi todas las casas tenían uno, habiendo otros comunes.
Aquí podemos ver a una mujer manejando un telar en la puerta de su casa.
Una madre enseña a sus hijas a manejar el molino de vaivén, todo el mundo aprendía a trabajar desde niños.
Aquí un hombre ya mayor dentro de la vivienda, parece encordar un arma poco conocida de los celtíberos; el soliferreum.
Cerca, nos encontramos con algunos de sus valientes guerreros, que nos muestran orgullosos sus espadas , puñales, y lanzas.
«¡Aman más sus armas y sus caballos que a la propia vida!». Así se espantaron los propios escritores romanos del feroz apego que los antiguos hispanos mostraban a sus armas, símbolos de su condición de hombres libres.
Cuando les preguntamos por la fama de su acero, nos dicen que preguntemos a algún herrero.
Por fín nos encontramos con uno de ellos, que nos mostrará el secreto mejor guardado de los numantinos. el tratamiento dado al hierro para convertirlo en un acero temido por sus enemigos.
Aquí tenemos una pequeña fragua,
Y aquí nos mostró, de derecha a izq, cómo llega, en pequeños lingotes desde el Moncayo, que en los días claros, se ve en la lejanía, se transforma en planchas, éstas, son enterradas bajo el suelo, entre dos y tres años, eliminando así las partes más débiles de este. La hoja se realizaba forjando tres láminas y uniéndolas en caliente, de las cuales la central presentaba una prolongación para la empuñadura (los textos clásicos destacan la calidad y eficacia de su armamento. Diferentes autores hablan de las excelencias de las forjas celtibéricas, ya hacia el año 250 a.C., Filón elogiaba las armas hispánicas. Diodoro relata cómo éstas eran enterradas en la primera fase de fabricación para, mediante martillado, ser eliminada después la herrumbre producida; Justino y Marcial consideran la importancia del temple del acero en las frías aguas de los ríos que pasan por debajo de la ciudad.).
“Los celtíberos usan espadas de dos filos fabricadas de hierro excelente…Tienen un modo singular de prepararlas…Entierran láminas de hierro hasta que con el tiempo la parte débil consumida por la herrumbre se separa de la parte más dura; las armas así fabricadas cortan todo lo que se les opone; ni escudo, ni casco, ni hueso resisten a su golpe por la extraordinaria dureza del hierro” (Posidonio)
Y aquí podemos ver algunas de estas armas,y también una hoz, una tijera.
Polibio, refiriéndose al año 216, resalta la característica principal de la espada celtibérica consistente en que “podía herir lo mismo de punta que de filo, mientras que las de los celtas servían únicamente para el tajo, y esto a cierta distancia”. Según Suidas, todavía el año 225 los romanos usaban una espada corta parecida a la griega, y se sabe que con motivo de las guerras con Ánibal, impresionados por el superior armamento de los mercenarios hispánicos que los cartagineses llevaban en su ejércitos adoptaron al espada hispana, “gladius hispaniensis”.
Después de repartir los restos de la ciudad entre los pueblos indígenas que ayudaron a los romanos como premio, años después, la ciudad recibe a los primeros romanos que se empiezan a asentar en esa nueva colonia.
Los romanos, erigen sus casas en los mejores sitios, un poco más abajo, resguardados del Cierzo, y orientándolas a mediodía. Aquí tenemos a alguien importante, o quizá algún centurión a acudido a visitarle con su guarnición.
A juzgar por su instrumental, se trata de un cirujano, parece que el acero numantino años después, seguirá usándose unos siglos más.
Gloria y honor a nuestros héroes.
Saludos para todos.