FRANCO LA EFICACIA.
Francisco Franco Bahamonde labró su prestigio militar, en gran medida, con sus actuaciones en la llamada Guerra de Marruecos, a la que se incorporó en 1912, con apenas 19 años. Era un destino en el que el número de oficiales caídos solía superar al de los que regresaban ilesos y que no se puede negar que algunos evitaban, pero Franco tuvo claro casi desde que egreso de la Academia Militar de Toledo que quería prestar sus servicios en el territorio norteafricano.
Al poco de llegar al territorio marroquí, Franco ya había dado muestras de sus capacidades y valentía, como pronto quedó reseñado, una y otra vez, en los sucesivos partes de acción de sus superiores:
"Franco se entregó al servicio con un fervor autodestructivo, casi suicida", sostiene Ashford Hodges, quien subraya cómo el joven militar mostraría en cada una de sus acciones en territorio marroquí
"un valor temerario en el campo de batalla y una indiferencia total ante el peligro que le granjearon, si no el afecto, sí al menos el respeto y la lealtad de sus hombres. Su increíble sangre fría bajo las balas se convirtió en legendaria".
Su disposición a asumir las posiciones más peligrosas en cada una de las misiones que le eran encomendadas le valdrían muchos elogios, aunque también alguna que otra reprimenda -se cuenta que Sanjurjo le espetó en una ocasión que "no va a ir usted al hospital del tiro de un moro, sino de una pedrada que le voy a dar yo cuando vaya a caballo en las guerrillas"- y su sorprendente capacidad para salir ileso (sólo en 1916 recibió una grave herida que pudo haber sido fatal) alimentaron la leyenda entre sus hombres de que
contaba con baraka, una especie de “bendición” o “protección divina”.
Pero si Franco llegó a ganarse el reconocimiento de sus superiores -plasmado en su ascenso a comandante en 1917- y sus subordinados no fue sólo por esa osadía temeraria frente al enemigo. Como apunta
Preston (Paul Preston en su libro: FRANCO: CAUDILLO DE ESPAÑA. 1967), el ferrolano
era conocido por sus camaradas como el hombre "sin miedo, sin mujeres y sin misa", lo que hacía referencia a su escaso interés en los vicios del resto de sus compañeros.
"Sin otros intereses o vicios que no fueran su carrera, el estudio del terreno, el trazado de mapas y los preparativos generales para la acción consiguió que las unidades bajo su mando destacaran en un ejército conocido por la indisciplina, ineficacia y baja moral", señala su biógrafo.
Si esto ya se hizo patente en su primera etapa en África, que se extendió hasta 1917, cobraría mayor relevancia a su regreso a Marruecos a partir de 1920, cuando fue designado jefe de la I Bandera del recién creado Tercio de Extranjeros, a las órdenes del teniente coronel José Millán-Astray.
Como observa el general de brigada Salvador Fontenla en su libro FRANCO, CAUDILLO MILITAR (La Esfera de los Libros, 2019)
durante los dos años y dos meses siguientes participaría directamente en, al menos, 53 acciones de guerra, llevando el mando durante 5 meses de dos banderas legionarias y dirigiendo columnas cada vez más numerosas, con capacidades interarmas y con apoyos aéreos y de carros de combate.
Durante ese periodo, que concluye cuando se decreta la sustitución de Millán Astray por Valenzuela -que debió causar cierta decepción en un Franco que se consideraba merecedor del puesto-, se destacó en las denodadas luchas que siguieron al denominado Desastre de Annual, en julio de 1921, para restablecer la posición española en el protectorado.
Sus actuaciones en este periodo le valdrían la
Medalla Militar Individual, con la que
se reconocían "las brillantes cualidades militares que posee y que influyeron de forma muy notable, en gran parte, en los éxitos alcanzados por sus tropas en los numerosos combates en que tomaron parte", situándose con sus tropas,
"siempre en primera línea, sabiendo inspirarles su espíritu esforzado y dirigirlas, en todo momento, con arreglo a los más estrictos preceptos de la técnica militar", según reza el escrito firmado por el Alto Comisario de España en Marruecos.
En el Ejército se apreciaba su pericia táctica, su preocupación por el estudio del terreno y su cuidado en aspectos mucho menos apreciados como la defensa y la logística.
"Una de las características principales de Franco fue la preocupación por operar con el menor número de bajas posibles y la facilidad para lograrlo, basada en la obtención de la sorpresa. Franco supo aunar la eficacia con el ahorro de vidas, lo que hizo crecer su popularidad, especialmente entre sus subordinados, pero también entre sus mandos y en los círculos políticos, temerosos siempre del desgaste que les producía la publicación de un abultado listado de bajas", resume Fontenla.
“Fue un eficiente jefe de La Legión y en el combate afrontó con decisión los riesgos sin que por ello dejara de conducir con prudencia, además de con acierto, a sus hombres”... “se preocupó de instruir a los oficiales en el tipo de guerra en la que estaban metidos, a la búsqueda de la
máxima efectividad en el combate y el menor número de
bajas”. Nos dice el profesor de Historia Contemporánea José Luis Rodríguez Jiménez en su libro “¡A MÍ LA LEGIÓN!
En aras de una mayor
eficacia, siendo teniente coronel Jefe de La Legión, elaboró dos libritos de instrucciones generales destinados a sus oficiales, publicados en Ceuta en 1.922:
El primero “INSTRUCCIONES GENERALES PARA EL RÉGIMEN INTERIOR DEL CUERPO” contempla las obligaciones de los mandos en cuestiones económicas y administrativas, como los libros de las unidades y de las compañías, con especial atención a los Diarios de Operaciones.
En el segundo “INSTRUCCIONES GENERALES DE PAZ Y DE GUERRA”, del que posteriormente se hizo una versión reducida (en contenido y en tamaño físico) en “PREVENCIONES A LAS BANDERAS”, apreciamos la huella del Fundador, en particular de su Credo Legionario, cuyos párrafos en cursiva se intercalan en el texto. Trata del mando, el saludo, las órdenes, los enlaces, la instrucción práctica, la teórica, las formaciones el servicio en campaña, en las posiciones avanzadas, la marcha, el combate, al que dedica mucha atención, al ser La Legión una Unidad de primera línea, todo ello, a la vez que hace una estupenda descripción del tipo de guerra que se está desarrollando en Marruecos. También escribió sobre el trato a los legionarios, los ranchos, la deserción y los castigos. En todo ello se observa como era de meticuloso y exigente con los hombres a su mando en unas instrucciones detallistas y totalmente fieles al espíritu fundacional de La Legión.
Cuando el Alto Comisario, Silvela, intensifica las negociaciones con El Raisuni y termina firmando un controvertido pacto que no es respetado por este, se aprueba por el Gobierno (tras la dimisión de varios ministros) un plan para el repliegue de líneas en las dos zonas del Protectorado y tras varias vicisitudes se establece la dictadura de Primo de Rivera, quien dice a los españoles algo que quieren oír, que es preciso alcanzar una solución definitiva para la cuestión marroquí. En otras palabras, Primo de Rivera, aunque sin decirlo con claridad y sin tener un plan definido, quiere abandonar el territorio o limitar al máximo la presencia española, todo ello en medio de la rebeldía y los ataques de Abd-el-Krim…
Pese a las tensiones, el jefe de la Legión acabará asumiendo las órdenes de repliegue del Gobierno y
batiéndose "con toda disciplina y con grandes derroches de valor", en palabras de Fontenla, en operaciones de gran riesgo como el abandono de la localidad de Xauen, en la que
su comportamiento mereció, incluso, los elogios del propio Primo de Rivera.
"Nadie ha luchado con más perseverancia y con más capacidad que este invicto jefe en las campañas de Marruecos", afirmaría el dictador. Años después, en 1928, le sería otorgada una
segunda Medalla Militar Individual por su actuación en esta operación.
Otro episodio clave en la carrera de Franco en Marruecos llegaría en 1925, cuando el Gobierno de Primo de Rivera acordó un plan conjunto con Francia, para ejecutar un
desembarco en Alhucemas para castigar a las fuerzas rebeldes rifeñas.
Sus duros métodos de disciplina causaron alguna controversia entre sus compañeros
La difícil operación de desembarco, llevada a cabo en el mes de septiembre, hubo de enfrentarse desde un primer momento a una serie de contratiempos que a punto estuvieron de frustrarla. Pero
en el momento en que la superioridad ordenaba la retirada, con las barcazas del ejército español lejos aún de la orilla, donde el agua superaba el metro y medio de altura,
Franco dio la orden de ataque a sus hombres y se lanzó con arrojo a la lucha, logrando establecer una cabeza de puente que resultaría esencial para el éxito de los planes españoles.
Aunque uno de los mandos de la operación,
el general Leopoldo Saro, alabaría su actuación en aquellos días con un lacónico "admirable. No cabe hacer más ni mejor", Franco sería cuestionado por su desobediencia, ante la que alegó que la retirada habría producido muchas más bajas y minado la moral de la tropa y se apoyó en una ordenanza que concede a los oficiales capacidad de iniciativa en los momentos cruciales de una operación.
Su nombre era frecuentemente empleado para dar ánimos a los soldados en situaciones apuradas.
Su prestigio entre los legionarios era inmenso, como muestra lo que dice de él el Caballero Legionario Juan Morena, en su diario (del que posteriormente mostraré varias reseñas:
“Estamos en buenas manos. Nuestro Teniente Coronel sabe lo que hace y lo hace bien”
La
Orden General de la Comandancia Militar de Melilla del 31 de julio de 1925 lo juzgaba como
"reposado en la acción, sereno en el juicio, con golpe de vista que le permite apreciar las situaciones tácticas en su preciso valor, arriesgado y audaz para avanzar y estudiar por sí mismo la situación de sus tropas cuando lo aconseja la importancia de las resoluciones que ha de tomar, acredita este jefe unas condiciones excepcionales para mandos superiores".
Esas cualidades le valdrían en febrero de 1926 el ascenso al cargo de general de brigada, con apenas 33 años. "incluso en las condiciones extraordinarias de la guerra de África, su ascenso en la escala jerárquica fue vertiginoso", defiende Ashford Hodges.
Hasta el Rey, Alfonso XIII, le felicitó por su nuevo ascenso.
Su promoción a general conllevaba el abandono de su mando en África y supuso su traslado a la Primera Brigada de la Primera División de Madrid y posteriormente en encargo de volver a poner en marcha la Academia General Militar de Zaragoza (1.928) en su segunda Época, de la que fue su único Director. Como su Director y probablemente tomando como ejemplo el Credo Legionario y las Reales Ordenanzas (de Carlos III), compendió en diez breves e impactantes máximas lo que debía constituir la expresión escrita del “Espíritu de la General”, el “Decálogo del Cadete”, breves artículos en los que se sintetizan las virtudes fundamentales sobre las que debía asentarse el espíritu profesional del cadete y que asimiladas debían marcarle para toda su vida de oficial.
En resumen:
Destacó brillantemente en la Guerra de África.
Millán-Astray lo eligió como Lugarteniente (El Teniente Coronel Millán Astray tenía entonces 40 años y el Comandante Franco 27), perdurando su amistad y lealtad mutua a través de los años.
Millán-Astray de general junto a Franco.
Fue el primer Jefe de instrucción del Tercio y comandante fundador de la I Bandera (de esa etapa escribió “DIARIO DE UNA BANDERA”, “conciso y verídico relato del Historial de una BANDERA a la que el destino brindó el honor de derramar repetidas veces su sangre por España”).
Participó en todas las acciones importantes de aquellos años:
El socorro a Melilla tras el descalabro de Annual en 1921.
La difícil y peligrosa retirada de Xauen en 1924.
Y el decisivo desembarco de Alhucemas en 1925 que supuso el comienzo del fin de la resistencia rifeña.
Fue Jefe de La Legión como teniente coronel y coronel.
En su momento fue el General más joven de Europa.
Dado que se pudiera pensar, al leer lo escrito, en cierta parcialidad que pudiera llevar a la duda sobre ciertas vicisitudes o comportamientos que me he limitado a reflejar basándome en lo escrito sobre los hechos y personajes, además de los libros y autores ya referenciados, no me resisto a publicar algunos fragmentos de libros (o revistas) firmados, en su momento y ahí radica el gran valor de su testimonio, el que se escribieran en el momento en que se estaban desarrollando los hechos y no posteriormente, por Caballeros Legionarios que reflejan, a su manera, algunos incluso como diario íntimo y personal, algunos aspectos de lo escrito en el post.