Tras la adquisición de una pieza y su recepción si ha sido enviada a distancia, procedemos a su revisión y análisis de detalles antes de proceder a determinar las acciones que vamos a emprender para limpiarla, conservarla o incluso restaurarla.
Sin los necesarios conocimientos corremos el grave riesgo de deteriorar irremediablemente la pieza, por lo que la prudencia y la consciencia de que toda acción puede ser aplazada debe prevalecer. En general, no debemos hacer nada irreversible, lo que resulta más fácil de decir que de hacer.
En el caso de cuchillos y navajas de colección resulta muy recomendable no proceder a afilarlo ni a pulirlo, simplemente realizar una limpieza mediante el uso de una tela y productos en forma de pasta para limpieza. Lo que resulta imprescindible en algunas piezas es detener el proceso de deterioro ya sea de los materiales de la empuñadura (carcoma, por ejemplo) como de la hoja (oxidación, por ejemplo).
Sobre la limpieza conviene aislar el tratamiento de la hoja, que puede hacerse un pulido con paño muy suave con pasta de limpieza para metales y luego con otra de conservación, de la limpieza de la empuñadura, que puede tener otros requisitos según los materiales de fabricación. Se puede utilizar Sidol o productos similares y también pastas finas de pulir, que se frotan para eliminar restos de óxido o suciedad. Si vamos a emplear un ácido como el vinagre o algún otro agente de tipo corrosivo de baja intensidad, debemos estar muy pendientes del proceso y tras acabar el mismo lavar bien con algún producto de pH básico para detener la acción del ácido y luego lubricar adecuadamente el metal creando un recubrimiento que lo aísle del oxígeno ambiental y prevenir la oxidación.
Una gota de aceite sintético de máquina de coser o motosierra bien extendida por la hoja y luego frotado el sobrante contribuye mucho a detener el proceso de oxidación y deterioro. El aceite no debe ser vegetal y puede aplicarse en ínfima proporción en el mecanismo de giro y bloqueo si se trata de una navaja. En mi caso, la última parte del proceso de limpieza, ya sea de la hoja o del mango, es una rociada con spray lubricante de silicona, que no mancha y sella bien la pieza, recubriéndola para su conservación.
Si la empuñadura de la pieza es de cuerna, asta o madera y tiene polilla es imprescindible detener su acción y proceder a eliminarla por completo. Si introducimos esta pieza con las demás podemos tener un problema que solo percibiremos a largo plazo. Un método muy utilizado es el de introducir la pieza en una bolsa de plástico bien cerrada e introducirla 48 horas en el congelador para matar la carcoma o los insectos xilófagos que destruyen la queratina de la empuñadura de estas piezas.
Existen soluciones más drásticas, como la inyección de líquidos insecticidas en los orificios mediante una jeringuilla y aguja, o introducir un recipiente con productos específicos que emiten gases letales para estos invertebrados junto a la pieza. En estos casos extremos tendremos que buscar el asesoramiento especializado y seguir escrupulosamente las instrucciones de manejo, mejor si lo hacemos en exteriores o en lugares bien ventilados, provistos de guantes y con mascarilla. Podemos aislar la pieza dentro de una bolsa de plástico durante unas horas (ideal si son 48 horas) con la hoja y partes metálicas protegidas con lubricante, cera o silicona. Tras su extracción procederemos a rociar las partes afectadas con un aerosol externo antipolillas y proceder después a su hidratación con una finísima capa externa de cera incolora o aceite incoloro para acabar rociando con lubricante de silicona.
Entre los líquidos que he probado con gran efectividad para introducir junto a la pieza está el Zotal, en lugar del gasoil, disolventes y antioxidantes para metales. En todos estos casos los líquidos no deben tocar a nuestra pieza sino estar albergados junto a ella en algún tipo de recipiente que evite su derrame y estar envueltos juntos en una bolsa de plástico bien cerrada durante un par de días.
La cera virgen incolora de abeja está muy recomendada para mangos de madera o asta, así como para hueso o marfil, siempre que sea transparente y que el lugar de almacenamiento esté libre de insectos, que pudieran sentirse atraídos por el olor de la cera, lo mismo sucede con las cremas hidratantes, por lo que la silicona en pulverizador suele ser el producto más recomendado.
Los mangos de latón pueden tratarse con un ácido muy suave como el vinagre para después frotar con silicona o aceite sintético. La madera también gusta del aceite de linaza, siempre en su justa medida y especialmente si tiene cierta porosidad.
Las manchas de óxido o de otras sustancias en el marfil, el hueso o el asta solo deben tratar de eliminarse si es estrictamente necesario y tratando de respetar la pátina natural que deja el tiempo. Con un algodón humedecido en alcohol metílico o isopropílico, disolventes muy volátiles que se evaporan en un plazo muy breve de tiempo, frotaremos la zona a limpiar con suavidad. No es recomendable utilizar agua ni líquidos blanqueantes, aunque sean de efecto suave como la leche. Simplemente trataremos de disolver la mancha y que se vaya evaporando parcialmente con el alcohol, controlando no afectar a la pátina si deseamos preservarla.
En el caso de las piezas estén pintadas no es recomendable actuar de ninguna forma salvo que previamente un restaurador consolide y proteja la capa de pintura, de otra forma podemos disolver la pintura. Tras cualquier limpieza conviene hidratar la pieza con cera incolora y luego protegerla con un lubricante de silicona en spray.
Es importante no guardar los cuchillos en su funda de cuero, ya que los ácidos que se utilizan en su curtido pueden contribuir a oxidar la hoja, especialmente si la vaina no ha sido tratada posteriormente con cera, silicona o aceite.
Bajo ningún concepto debemos emplear estropajos metálicos o de textura dura para limpiar la hoja o la empuñadura, ya que pueden rayar los esmaltes y pulidos externos facilitando el deterioro y la oxidación. Ante el desconocimiento o la duda es mejor la prudencia y no cometer actos irreversibles que pueden dañar una pieza y devaluarla.
Si queremos utilizar un pulidor de metales de los que comercializan ya impregnados en algodón suelen dar un buen resultado sobre metal y superficies esmaltadas, nunca sobre astas o cuernas, o sobre madera porosa. Sin embargo, después de su uso conviene proceder a la prevención de óxido con silicona o aceite sintético.
En el caso de decidir restaurar la pieza mi consejo es encargarla a un profesional o entendido en la materia, con preferencia un artesano a quien explicaremos nuestra idea sobre cómo proceder.
Sobre el afilado, en contadas excepciones recomendaría hacerlo a una pieza antigua de colección, no es especialmente recomendable en aquellas piezas cuya hoja tiene una pátina uniforme. Ni siquiera aunque haya mellas o despunte debemos considerar la conveniencia del afilado con fines de restauración, ya que posiblemente el resultado sea peor que dejarla como está.
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