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TEMA: 1776.

1776. 6 años 3 meses antes #1

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Así, no se puede seguir... :angry:

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América​ (cuyo título oficial es The unanimous declaration of the thirteen United States of America)[a]​ es un documento redactado por el segundo Congreso Continental —en la Cámara Estatal de Pensilvania (ahora Salón de la Independencia) en Filadelfia el 4 de julio de 1776— que proclamó que las Trece Colonias norteamericanas[c]​ —entonces en guerra con el Reino de Gran Bretaña— se habían autodefinido como trece nuevos Estados soberanos e independientes y ya no reconocían el dominio británico;[11]​ en su lugar formaron una nueva nación: los Estados Unidos. John Adams fue uno de los políticos que emprendió el proceso de independencia, aprobado el 2 de julio por el Congreso en pleno sin oposición. Un comité se encargó de redactar la declaración formal, la cual se presentó cuando el Congreso votó sobre la misma dos días después.

Adams persuadió al comité para que se encomendase a Thomas Jefferson la tarea de dirigir la redacción del borrador original del documento,[12]​ que el Congreso editó para producir la versión final. La Declaración era fundamentalmente una explicación formal de por qué el Congreso rompió sus lazos políticos con Gran Bretaña el 2 de julio, más de un año después del estallido de la Revolución estadounidense. Al día siguiente, Adams escribió a su esposa Abigail: «El segundo día de julio de 1776 será la época más memorable en la historia de América».[13]​ Sin embargo, el Día de la Independencia se celebra dos días después, fecha en la que se aprobó.

El 4 de julio —luego de ratificar el texto— el Congreso difundió la Declaración en varias formas. Inicialmente fue publicada en el volante de John Dunlap,[14]​ que era ampliamente distribuido y leído al público. La copia original utilizada para esta impresión se ha perdido y pudo haber estado en manos de Jefferson.[15]​ El borrador original con las correcciones de Adams y Benjamin Franklin y las notas adicionales de Jefferson sobre los cambios realizados por el Congreso se conserva en la Biblioteca del Congreso. La versión más conocida de la Declaración —una copia firmada que se considera popularmente como el documento oficial— se exhibe en los Archivos Nacionales en Washington D. C. Esta copia manuscrita fue solicitada por el Congreso el 19 de julio y firmada el 2 de agosto.[16]​[5]​

El contenido y la interpretación de la Declaración han sido objeto de mucha investigación académica. Por ejemplo, el documento justificaba la independencia de los Estados Unidos al enumerar los reclamos coloniales contra el rey Jorge III y afirmaba ciertos derechos naturales y legales, incluido el derecho de revolución. Una vez cumplida su misión original de anunciar la independencia, las referencias al texto de la Declaración fueron escasas en los años siguientes. Abraham Lincoln la hizo pieza central de su retórica (como en el discurso de Gettysburg de 1863) y sus políticas. Desde entonces, se ha convertido en una conocida reivindicación sobre derechos humanos, en particular su segunda oración:

We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness.

Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Esta última ha sido calificada como «una de las frases más conocidas en el idioma inglés»[17]​ y que contiene «las palabras más potentes y consecuentes en la historia estadounidense».[18]​ El pasaje llegó a representar un modelo moral que los Estados Unidos debían esforzarse por cumplir y dicho punto de vista fue promovido notablemente por Lincoln, quien consideró que la Declaración era el fundamento de su filosofía política y sostuvo que era una proclamación de principios a través de la cual debe interpretarse la Constitución de los Estados Unidos.[19]​

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos inspiró muchos otros documentos similares en otros países y sus ideas ganaron adhesión en los Países Bajos, el Caribe, Hispanoamérica, los Balcanes, África Occidental y Europa Central en los años anteriores a 1848.[20]​ Gran Bretaña no reconoció la independencia de sus excolonias hasta que la guerra llegó a un punto muerto.[21]​ El Tratado de París de 1783 puso fin a las hostilidades y consumó la Revolución estadounidense.[22]​[23]​




George Washington nació el 22 de febrero de 1732 a orillas del río Potomac, en la finca de Bridge's Creek, en el antiguo condado de Westmoreland, en el actual estado de Virginia. Pertenecía a una distinguida familia inglesa, oriunda de Northamptonshire, que había llegado a América a mediados del siglo XVII y había logrado amasar una considerable fortuna. Su padre, Augustine, dueño de inmensas propiedades, era un hombre ambicioso que había estudiado en Inglaterra y que al enviudar de su primera mujer (Jane Butler, que le había dado cuatro hijos) contrajo segundas nupcias con Mary Ball, miembro de una respetable familia de Virginia que le dio otros seis vástagos, entre ellos George.

Poco se sabe de la infancia del futuro presidente, salvo que sus padres lo destinaban a una existencia de colono y por ello no fue más allá de las escuelas rurales de aquel tiempo: entre los siete y los quince años estudió de modo irregular, primero con el sacristán de la iglesia local y luego con un maestro llamado Williams. Alejado de toda preocupación literaria o filosófica, el muchacho recibió una educación rudimentaria en lo libresco, pero sólida en el orden práctico, al que lo inclinaba su activo temperamento.

Ya en la temprana adolescencia estaba suficientemente familiarizado con las tareas de los colonos como para cultivar tabaco y almacenar las uvas. En esa época, cuando tenía once años, murió su padre y pasó a la tutela de su hermanastro mayor, Lawrence, un hombre de buen carácter que, en cierta forma, fue su tutor. En su casa, George conoció un mundo más amplio y refinado, pues Lawrence estaba casado con Anne Fairfax, una de las grandes herederas de la región, y acostumbraba codearse con la alta sociedad de Virginia.

Un colono con vocación militar

Escuchando los relatos de su hermanastro se despertó en George una temprana vocación militar, y a los catorce años quiso hacerse soldado, aunque tuvo que desechar la idea ante la férrea oposición de su madre, quien se negó a que siguiera la carrera de las armas. Dos años más tarde comenzó a trabajar de agrimensor, como asistente de una expedición para medir las tierras de lord Fairfax en el valle de Shenandoah.

A partir de entonces las agotadoras jornadas en campo abierto, sin comodidades y expuesto a los peligros de la vida salvaje, le enseñaron no sólo a conocer las costumbres de los indios y las posibilidades de colonización del Oeste, sino a dominar su cuerpo y su mente, templándolo para la tarea que el futuro le reservaba. Aunque las preocupaciones políticas no le perturbaban (el joven Washington era un fiel súbdito de la corona inglesa), pudo por entonces sentirse algo molesto por las limitaciones impuestas por la metrópoli a la colonización, ya que George y su hermanastro proyectaban llevar sus negocios a las tierras del Oeste.

A los veinte años un triste suceso dio un giro a su vida al convertirlo en cabeza de la familia: una tuberculosis acabó con la vida de Lawrence en 1752 y George heredó la plantación de Mount Vernon, una vasta finca de 8.000 acres con dieciocho esclavos. Washington pasó a ser uno de los hombres más ricos de Virginia, y como tal actuaba: pronto se distinguió en los asuntos de la comunidad, fue un activo miembro de la Iglesia episcopal y se postuló como candidato, en 1755, a la Cámara de los Burgueses del distrito. También sobresalía en las diversiones; era un magnífico jinete, alto y de ojos azules, un gran cazador y mejor pescador; amaba el baile, el billar y los naipes y asistía a las carreras de caballos (tenía sus propias cuadras) y a cuantas representaciones teatrales se daban en la región. Pero su vocación de soldado no había muerto, y entre sus planes figuraba ser también un brillante militar.

Por entonces, ingleses y franceses se disputaban el dominio de América del Norte, y la controversia sobre las rutas de la cabecera del Ohio había conducido a una extrema tensión entre los colonos. Washington se alistó en el ejército, y poco después de la muerte de su hermanastro fue nombrado por el gobernador Robert Dinwiddie comandante del distrito, con un sueldo de 100 dólares anuales. Ante las invasiones de los franceses por la frontera, en 1753 el gobernador le encargó la misión de practicar un reconocimiento en la zona limítrofe. A mediados de noviembre, Washington se puso en marcha al frente de seis hombres por el valle del Ohio, una región inhóspita poblada de tribus salvajes y múltiples peligros. A pesar del frío y las nieves, pudo llevar a cabo la dura travesía hasta alcanzar Fort Le Boeuf en Pennsylvania, una hazaña que comenzó a cimentar su fama.

Declarada en 1754 la guerra de los Siete Años, que para los colonos ingleses en América suponía la lucha por su expansión frente al predominio francés, Washington fue designado teniente coronel del regimiento de Virginia, a las órdenes del general Fry. Al morir el general en combate, Washington le sucedió como jefe supremo de las fuerzas armadas del condado, pasando poco después a formar parte del estado mayor del general Braddock, que dirigía las tropas regulares enviadas por Inglaterra. El 9 de julio de 1755 se distinguió en la batalla de Monongahela por su coraje y capacidad de decisión, si bien ésta acabó en un desastre para los ingleses.





La derrota repercutió de tal forma en su ánimo que el joven militar se retiró a Mount Vernon con el firme propósito de no volver a tomar las armas. Pero no pudo llevarlo a cabo, pues los notables de Virginia le pidieron que se hiciera cargo de las tropas, a pesar de que sólo contaba con veintitrés años de edad. Washington conservó el mando entre 1755 y 1758, época en que también fue elegido como representante del condado de Frederic para la Cámara de los Burgueses de Virginia. Su nombre ya era popular, se le admiraba por su experiencia y tacto, y comenzaba a labrarse un sólido prestigio político interviniendo activamente en las deliberaciones de la asamblea.

Tras algunos sinsabores, desilusionado ante el curso de la guerra con Francia y la conducta de los comandantes británicos, Washington renunció a su cargo militar para regresar a Mount Vernon y al poco tiempo, el 6 de enero de 1759, se casó con Martha Dandridge, una mujer tan rica como bella, viuda del coronel Parke Custis y dueña de una de las mayores fortunas de Virginia. Poseía un gran número de esclavos, 15.000 valiosos acres y dos hijos de seis y cuatro años, que se convirtieron en la verdadera familia de Washington.

En Mount Vernon la pareja, unida más por una armoniosa felicidad que por un amor apasionado, llevaba la vida de los ricos propietarios, atentos a la prosperidad de sus tierras y al papel prominente que desempeñaban en la vida social de la región. Todo se hacía a lo grande, la ropa se compraba en Londres, las fiestas eran espléndidas y los huéspedes se contaban por cientos. Pero esta vida rumbosa se vería interrumpida por el vendaval político que pronto se abatió sobre la América del Norte.

La lucha por la independencia

El final de la guerra de los Siete Años, oficializado el 10 de febrero de 1762 con la firma del Tratado de París, significó la renuncia de Francia a sus pretensiones sobre Acadia y Nueva Escocia y la plena soberanía de Inglaterra sobre Canadá y toda la región de Luisiana, salvo Nueva Orleans. Pero la discrepancia mercantil entre Londres y sus colonias aumentó a raíz de esta conclusión, pues el gobierno inglés consideró que todas sus posesiones habían de cooperar en la amortización de los gastos ocasionados por la guerra, ya que todas ellas se habían beneficiado de sus resultados.

El déficit originado por la contienda era enorme, y ya en marzo de 1765 el parlamento inglés votó un impuesto que hirió los derechos tradicionales de las colonias, imponiendo el uso de papel timbrado para toda clase de contratos. Con verdadera ceguera política, al año siguiente dictó una serie de derechos aduaneros sobre el papel, el vidrio, el plomo y el té, que provocaron la indignación del mundo comercial norteamericano y la formación de ligas patrióticas contra el consumo de mercancías inglesas. A la vanguardia de las luchas que precedieron al estallido revolucionario habían de colocarse los aristócratas de Virginia y los demócratas de Massachusetts. Washington se sintió irritado por tales medidas, pero continuó considerándose un súbdito leal a Inglaterra y un hombre de opiniones moderadas.

En 1773 la población de Boston protestó contra los impuestos arrojando los cargamentos de té al mar. El hecho, conocido como el Boston Tea Party, acabó de abrirle los ojos a Washington y de volcarle hacia la defensa de las libertades americanas. Cuando los legisladores de Virginia se reunieron al año siguiente en Raleigh, él estuvo presente y firmó las resoluciones. En la primera legislatura revolucionaria de ese año pronunció un elocuente discurso declarando: «Organizaré un ejército de mil hombres, los mantendré con mi dinero y me pondré al frente de ellos para defender a Boston». Ya había dejado de ser un moderado cuando, vestido de uniforme, representó a Virginia en el Primer Congreso Continental que se celebró en Filadelfia en 1774. Sus cartas muestran que aún se oponía a la idea de la independencia, pero que estaba decidido a no renunciar a «la pérdida de los derechos y privilegios que son esenciales a la felicidad de todo Estado libre y sin los cuales la vida, la libertad y la propiedad se tornan totalmente inseguras».

Comenzadas las hostilidades entre ingleses y americanos en la batalla de Lexington, el 19 de abril de 1775, los autonomistas declararon sus anhelos de independencia frente a la corona inglesa. Todas las colonias se consideraron en guerra contra la metrópoli y, en el Segundo Congreso reunido en Filadelfia ese año, confiaron el mando de las tropas al plantador virginiano George Washington. Su elección fue en parte el resultante de un compromiso político entre Virginia y Massachusetts, pero también la consecuencia de la fama ganada por Washington en la campaña de Braddock y del talento con que impresionó a los delegados del Congreso.


El flamante jefe de las fuerzas coloniales se vio entonces frente a la arriesgada tarea de crear un ejército en presencia del enemigo y casi desde la nada. Al llegar a Boston se encontró con más de quince mil hombres, pero se trataba sólo de una masa confusa de insurrectos indisciplinados, divididos en bandas hostiles entre sí, a menudo en harapos y mal armados. Faltaban víveres y vituallas, y además, cada asamblea provincial dictaba órdenes a su capricho. Aquí demostró Washington sus brillantes dotes de organización y su incansable energía, disciplinando y adiestrando a los voluntarios inexpertos, reuniendo provisiones y llamando a las colonias en su apoyo. De esa forma organizó al ejército de Massachusetts, con el que pudo ocupar Boston y expulsar de Nueva Inglaterra a los ingleses del general Howe en 1776. Ese año, ante la llegada de nuevas tropas enviadas por la metrópoli, los americanos habían proclamado solemnemente la independencia de los Estados Unidos.

Washington había ganado el primer round contra las tropas de la corona, pero aún faltaban varios años de guerra en que los soldados americanos serían puestos al borde de la aniquilación. Entre los factores decisivos para alcanzar la victoria figuraron en primer término su capacidad para infundir confianza a los soldados, su energía incansable y su gran sentido común. Nunca fue un genial estratega, ya que, como dijo Jefferson, «a menudo fracasó a campo abierto», pero supo mantener viva entre sus hombres la llama del patriotismo y escuchó siempre las opiniones de los generales a su mando, sin importarle dejar de lado su propio parecer.

Así, en un segundo momento, Washington retiró sus tropas al sur y esperó la contraofensiva británica en Long Island, pero decidió retirarse debido a su inferioridad numérica respecto a Howe. Desde entonces empleó en Pennsylvania una táctica de desgaste que le valió en 1776 las victorias de Trenton (tras cruzar sorpresivamente el río Delaware) y Princeton, aunque también las derrotas de Brandwine y Germantown del año siguiente. En retirada, contuvo a las fuerzas de Howe que avanzaban sobre Filadelfia. La ciudad no pudo resistir y cayó en manos del jefe británico, pero pronto los ingleses sufrieron un desastre considerable y el general Burgoyne fue obligado a capitular en Saratoga, el 17 de octubre, ante el asedio del jefe americano Gates.





Este éxito de la Revolución americana conmovió en Europa a los adeptos del enciclopedismo y a los partidarios del «hombre natural» de Rousseau. Voluntarios franceses como La Fayette, el conde de Rochambeau y François Joseph Paul de Grasse, polacos como Tadeusz Kościuszko y sudamericanos como Francisco de Miranda, acudieron en auxilio de las huestes de Washington, que vio así facilitada su tarea. Después del terrible invierno de Valley Forge, donde se dedicó a adiestrar a sus tropas, pudo reanudar victoriosamente la lucha gracias a los refuerzos recibidos. El gobierno francés vio en el conflicto la oportunidad de vengar la derrota de la guerra de los Siete Años y, en 1778, firmó una alianza con los Estados Unidos, a la que se sumó al año siguiente Carlos III de España.

El auxilio de las tropas francesas fue tan eficaz que Washington pudo recuperar Filadelfia, sitiar Nueva York y dirigirse al sur para cortar el avance de lord Cornwallis, que iba al frente de once mil hombres, el grueso de las tropas inglesas. El 19 de octubre de 1781 Cornwallis se vio obligado a capitular, luego de caer prisionero con su ejército. Esta rendición significó la definitiva victoria de los colonos y el reconocimiento de la independencia por parte de Inglaterra, antes de firmarse la paz en Versalles, el 20 de enero de 1783.

El constructor del Estado

En 1778, en plena guerra, el Congreso había promulgado la Ley de Confederación, primera tentativa para constituir un bloque homogéneo con los trece estados de la Unión. Pero esta fórmula política dio escasos resultados, pues la guerra y la posguerra exigían más un poder central fuerte que un gobierno sin atribuciones. En la cumbre del prestigio y la fama después de los triunfos militares, George Washington tuvo que hacer frente a los problemas de la reconstrucción nacional. Por un lado se negó a aceptar la corona que algunos notables le ofrecían, dedicándose a combatir la reacción monárquica de algunos sectores del país, y por otro proclamó la necesidad de establecer una constitución.


Su postura federalista, defensora de la implantación de un poder central eficiente que defendiera los intereses americanos en el exterior y equilibrara las tendencias partidistas de los territorios, supo conciliarse con la de los republicanos, partidarios de conservar la independencia política y económica de los estados. El acuerdo entre ambos grupos fue expresado por la Constitución del 17 de septiembre de 1787, la primera carta constitucional escrita que reguló la forma de gobierno de un país. Una vez más, las dotes de organización y dirigente de Washington hicieron que las esperanzas fueran puestas en él, y el Congreso lo eligió como primer presidente de los Estados Unidos en 1789.

La prudencia, la sensatez y sobre todo un respeto casi religioso a la ley fueron las notas dominantes de sus ocho años de gobierno. Al elegir a los cuatro miembros de su gabinete, Thomas Jefferson en la Secretaría de Estado, el general Henry Knox en la de Guerra, Alexander Hamilton en la del Tesoro y Edmund Randolph en la de Justicia, Washington estableció un cuidadoso equilibrio entre republicanos y federales, el cual posibilitó la puesta en marcha del aparato que habría de coordinar y dirigir la administración del país. Para hacer frente a los graves problemas económicos por los que éste atravesaba, aplicó una férrea política fiscal y se esforzó por asociar los grandes capitales con el Estado, a fin de comprometerlos en la estabilidad de la nación. Con idéntico objetivo creó el Banco de los Estados Unidos y, a fin de promover el desarrollo industrial, dictó una serie de medidas proteccionistas que le valieron el apoyo de la burguesía.

Elegido para un segundo mandato en 1793, fue Jefferson quien, ante sus dudas, lo convenció de que aceptara el cargo nuevamente. En esta segunda etapa de gobierno tuvo que resolver serios problemas, como el suscitado en el Oeste por la oposición a los impuestos sobre el aguardiente, que originó en 1794 la sublevación conocida como Whiskey Rebellion, la cual fue reprimida por las tropas enviadas por orden del presidente.

Otro elemento de desgaste fue el choque entre Jefferson y Hamilton, motivado por la radicalización de la Revolución francesa y el conflicto armado que asolaba Europa. Mientras que el secretario de Estado se inclinaba por el apoyo de Estados Unidos a la Francia revolucionaria, el secretario del Tesoro defendía la neutralidad ante la contienda. Washington, que al principio había tratado de mantener la armonía entre ambos, apoyó, una vez declarada la guerra europea, las posiciones de Alexander Hamilton y se decidió por la neutralidad. No tardó mucho tiempo en declarar sus simpatías pro británicas, a pesar de la enorme deuda que su país tenía con Francia, y ello trajo como consecuencia el debilitamiento de las relaciones con esta nación. Thomas Jefferson, por su parte, manifestó su disconformidad abandonando el gobierno y, ya desde la oposición, se opuso al centralismo del presidente.

Así fue cómo la estrella política de Washington comenzó a declinar, hasta ensombrecerse totalmente cuando se conocieron los términos de un acuerdo comercial firmado por Gran Bretaña, el Tratado Jay del 25 de junio de 1794, que provocó fuertes discusiones en el parlamento y una real merma de la popularidad presidencial. Aun así, fue elegido por tercera vez para ocupar el poder, pero en esta oportunidad se negó tajantemente, aduciendo que quería volver con su familia a la paz de la vida privada. En realidad, le frenaba el miedo a la tentación dictatorial que desvirtuaría el origen democrático de su lucha por la independencia, y no dudó en regresar a su plantación de Virginia.

Los dos últimos años de su vida, ya en la declinación de sus facultades físicas, los dedicó a cuidar de su familia y sus propiedades, salvo una breve interrupción en 1798, cuando se le nombró comandante en jefe del ejército ante el peligro de una guerra con Francia. En el invierno siguiente, Washington regresó a su casa agotado por una cabalgata de varias horas entre el frío y la nieve. Una aguda laringitis lo llevó a la muerte el 14 de diciembre de 1799. El prohombre de la independencia, el que fue «el primero en la guerra, el primero en la paz y el primero en el corazón de sus compatriotas», enfrentó el final con su serenidad característica, la misma que le había permitido afrontar el peligro de los campos de batalla con absoluta tranquilidad. Como escribió Jefferson, era un hombre inaccesible al temor.






I'm not a sausage.







The Link.
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Última Edición: 6 años 3 meses antes por Ontario2.
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1776. 6 años 3 meses antes #2

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Ontario2 escribió:
We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness.

Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Resulta curiosa esa frase afirmando el derecho inalienable a la libertad tratándose de una sociedad esclavista que continuó siéndolo por casi 100 años más. Cosas de la historia.
Saludos.
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1776. 6 años 3 meses antes #3

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Charlycuervo escribió:
Resulta curiosa esa frase afirmando el derecho inalienable a la libertad tratándose de una sociedad esclavista que continuó siéndolo por casi 100 años más. Cosas de la historia.


Tienes más razón que un santo compañero... ;)
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1776. 6 años 3 meses antes #4

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El derecho a portar armas está establecido en la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, aprobada por el Congreso en 1789, y que pasó a formar parte de la Carta Magna en 1791 cuando el estado de Virginia ratificó 10 de las enmiendas propuestas.

Desde entonces, se han dado discusiones políticas acerca de la interpretación de esta enmienda:

“Una Milicia bien regulada, siendo necesaria para la seguridad de un Estado libre, el derecho de las personas a portar armas, no debe ser infringido”.


Kershaw 1776 Link .



Se ha encontrado el eslabón perdido entre una cuchilla de calidad fabricada en los Estados Unidos y un precio que la mayoría de los consumidores pueden pagar. O, para ser más precisos, Kershaw lo está logrando. Apropiadamente, lo llamamos el Enlace y le hemos dado el número de modelo patriótico de 1776.

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Para facilitar la apertura, el Link está equipado con apertura asistida SpeedSafe, al que se accede con la aleta incorporada. El sujetapapeles es reversible para un práctico bolsillo de mano izquierdo o derecho. El enlace se realiza en las instalaciones de fabricación de vanguardia de Kershaw en Tualatin, Oregón.

Cómo podréis ver, es la versión económica de la Zero Tolerance 0770



Y ésa es toda la historia....todo enlaza no? :lol: :lol:

Espero que os guste.

Saludos.!!!!
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1776. 6 años 3 meses antes #5

  • JOHNYTHEKNIFE
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Coño Compañero...que bonito post!!!!!
Enhorabuena y gratitud!!!!!
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1776. 6 años 3 meses antes #6

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Precioso hilo,la constitución de los EE.UU. tiene como todas verdades a medias,hasta mediados de los años 60 del siglo pasado los blancos tenían hasta bares exclusivos,no te digo mas.
Saludos.
http://www.2Gknives.com
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1776. 6 años 2 meses antes #7

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Aunque el post es realmente un copia y pega, viene perfectamente al hilo, por el nombre del Folding Knife. :lol: La independencia de los EEUU es súper interesante, y allí portar armas es como el que lleva reloj... :S

Está en su ADN..

Rifle en mano, el actor Charlton Heston abandonó anoche la presidencia de la poderosa Asociación Nacional del Rifles (NRA) de EE UU, un grupo formado por 4,3 millones de fanáticos de las armas de fuego contrarios a que se limite el derecho constitucional a poseerlas. En su despedida, Heston blandió un aparatoso y clásico 'Winchester' de 1866 al que dedicó una de sus frases más célebres: "sólo me lo quitarán de mis manos frías y muertas".

Heston, de 78 años y enfermo del mal de Alzheimer, ha encarnado la imagen de los partidarios de que las armas puedan circular y venderse libremente, e hizo de su despedida ante la convención anual del NRA, celebrada en Orlando (Florida), un nuevo alegato en contra de su control. Los asistentes respondieron con un largo aplauso en pie para reconocer la labor que ha realizado el actor durante los cinco años en los que ocupó la presidencia del NRA y en los que la asociación ha atravesado sus peores momentos de aceptación popular.

Al protagonista de filmes épicos como Ben-Hur, El Cid, Los Diez Mandamientos y Éxodo lo sustituirá al frente de la presidencia del NRA Kayne Robinson, ex policía y presidente del partido Republicano en el estado de Iowa, quien antes de las elecciones de 2000 dejó claras sus preferencias políticas y la importancia que para la asociación tendría el resultado de los comicios. "Si gana Bush", dijo entonces "podremos trabajar bien con la Casa Blanca y tendremos un Tribunal Supremo que nos apoyará pase lo que pase".





La palabra Minuteman o Minutemen tiene su origen en la fundación de Estados Unidos en los tiempos de las Trece Colonias, a la llegada de los ingleses al continente americano.

La palabra quiere decir hombres al minuto, dando a entender que en esos tiempos de colonización, tenían una milicia de extranjeros, o nacidos de primera generación europea, listos para pelear por las tierras ya robadas a los nativos, así les avisaran en cuestión de minutos.

El término también se ha asociado con varias unidades militares del ejército estadounidense, en honor a las victorias de los minuteman originales.
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Última Edición: 6 años 2 meses antes por Ontario2.
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1776. 6 años 2 meses antes #8

  • Dai-Katana
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Ontario2 escribió:
Aunque el post es realmente un copia y pega, viene perfectamente al hilo, por el nombre del Folding Knife. :lol: La independencia de los EEUU es súper interesante, y allí portar armas es como el que lleva reloj... :S

Está en su ADN..

Tampoco es eso, depende del Estado, el Condado, y hasta la ciudad. Ya me dirás quien porta armas en Nueva York, Chicago, Los Angeles, o San Francisco, por poner un ejemplo.
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1776. 6 años 2 meses antes #9

  • rojocaecae
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Magnífico post, Ontario, me ha gustado, al principio no entendía dónde querías ir a parar.
Ahora sí. Muy bueno.
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