Desde que vi la navaja en marfil de Paco Rommel quise tener una igual o parecida (la que traigo es una semi custom, que no se queda en absoluto a la zaga de las custom). Ya tenía una en madera noble que siempre me acompaña, pero quería otra en marfil antiguo reciclado. Digo victoriana, porque me transmite una sensación de elegancia decimonónica, de cuando la excelencia en el trabajo artesanal era norma y para los trabajos más finos se podían utilizar los mejores materiales.
Así que junto con un buen amigo y gran coleccionista, que también quería otra navaja, decidimos conturbar la agenda de Rodrigo y presentarnos en Mallorca. Además hacia mucho que no le visitaba en su tierra y ya tocaba.
Como conozco a Rodrigo desde hace años, no me sorprendió en absoluto la generosidad con que nos obsequió, como nos abrió las puertas de su taller, nos hizo de guía por Mallorca y nos ilustró con las múltiples complejidades que tiene la cuchillería fina. Su taller es un pequeño museo atestado de libros, folletos, objetos curiosos, infinidad de cachivaches, materiales nobles y maquinaria costosa. Produce la sensación de entrar en el gabinete de un ilustrado del siglo XXI. Es un espacio mágico y único, donde además nos conversamos una botella de champán y entonces ya las percepciones eran extrasensoriales.
Bueno, como dicen que una imagen vale más que mil palabras, aquí os muestro mi navaja y la de mi amigo. Que dicho sea de paso, a pesar de ser un hombre de mundo, no pudo quedar más impresionado por la calidad humana y erudición de nuestro anfitrión.
Esto es lo que entiende Rodrigo por tomar un desayuno (junto con otra de igual tamaño con otros bichos diferentes).
Ahora la mía:
Ahora la de mi amigo:
Aquí mis dos semi custom:
El vocablo agradecimiento se queda corto para definir la deuda de hospitalidad, amabilidad, simpatía y generosidad que he contraído Rodrigo. Que si es grande en la cuchillería, lo es mucho más en saber cultivar el arte de la amistad, en ingenio y erudición. ¡Un grande, si señor!