De izquierda a derecha encontramos dos armas que empleaban los pueblos hispanos y que fueron el origen del pugio romano, empleado por las legiones en su equipamiento regular.
1. Falcata de la Iberia prerromana. La calidad del hierro de las armas hispánicas fue alabada por los cronistas romanos. El hierro trabajado desde el mineral en forma de láminas se sometía a un proceso de oxidación que duraba años y posteriormente la hoja se forjaba desde la unión en caliente de tres láminas. Tras las primeras batallas del ejército romano con los guerreros íberos se ordenó reforzar con hierro los bordes de los escudos para que soportasen la enorme potencia de corte de las falcatas.
2. Puñal celtíbero de la Iberia prerromana. Esta cultura tuvo una sociedad de gran tradición guerrera. Diodoro Siculo relata que no solo son excelentes jinetes, sino guerreros de a pie que destacan por su valor y capacidad de sufrimiento. Los ajuares militares encontrados en enterramientos nos evidencian el prestigio que suponía pertenecer a una élite guerrera.
3. Pugium romano. El pugio es un arma utilizada por las legiones romanas para la lucha cuerpo a cuerpo. Junto al Gladius Hispaniensis fue desarrollado desde las armas hispánicas, con una gran influencia de los puñales celtíberos.
La historia de Hispania es una historia de luces y sombras, de armas, de invasiones, de intercambios, de sangre y hierro en un pasado que hemos ido olvidando. Nuestra estratégica ubicación geográfica atrajo la codicia tanto de los habitantes de tierras septentrionales como de las meridionales.
Hay una nueva hipótesis sobre la etimología del origen del nombre Ispania desde la raíz fenicia “span” a la que se atribuye el significado de “forjar”, de forma que I-span-ya significaba “tierra de los forjadores”, fundamentado en el notable desarrollo de la metalurgia en la cultura tartésica del sur de la Península cuando los Fenicios comenzaron aquí sus relaciones comerciales.
Sería un nombre muy adecuado para el devenir histórico de nuestra cultura, una mezcla de influencias, de conocimientos, de avances que se entremezclaron aquí y que se exportaron al mundo entero, especialmente en los tiempos de la España Imperial.
Durante siglos la población ibérica estuvo formada por grupos tribales diseminados en vasto territorio que también sería lugar de asentamiento de celtas, fenicios, cartagineses, griegos, romanos, visigodos... hasta la ocupación árabe, que duraría más de siete siglos. Es fácil imaginar nuestra tierra como un campo de batalla, ocupada por extranjeros en continua sucesión de anhelos por dominarla. Pero este esfuerzo imaginativo, hecho desde la modernidad de nuestros tiempos, no sería muy realista. Tal vez en el marco del estilo de vida en el panorama mundial de esas épocas, este devenir de culturas, fuera o no por medio de la fuerza de los metales, nos convirtió en el lugar de encuentro de conocimientos, de tecnologías, de avances.
Esta tradición de Iberia en el uso de armas se basaba en un conocimiento de la metalurgia que debió sorprender a los romanos, quienes pudieron adoptar el puñal celtíbero para dar origen al pugio romano con el que equiparon a sus legiones.
El historiador griego Diodoro Siculo describe las armas celtíberas en su Bibliotheca Historica: "...en las cabezas se ciñen cascos de bronce adornados con penachos de color púrpura. Usan espadas de doble filo y forjadas en excelente hierro, llevando puñales de un palmo de los que se sirven cuando se traba el encuentro en los combates. Algo particular es en ellos su modo de preparar las armas ofensivas: ocultan bajo tierra unas láminas de hierro y dejan que el orín que nace por efecto del tiempo consuma la parte más débil del hierro quedando la parte más sólida, con la que fabrican magníficas espadas y todo lo demás que concierne a la lucha. Y el arma así hecha es capaz de hendir todo lo que caiga bajo ella, su golpe no lo resisten ni el escudo, ni el casco ni el hueso, por la extremada calidad del hierro".