Hola, ahora, si me permitís, os hablaré de una cosa de la cual los libros no hablan mucho a la hora de hacer un cuchillo, pero que es crucial, se trata del diseño. Yo, a lo largo de todo este tiempo que hace que hago cuchillos, que no es demasiado, la verdad, me considero de la escuela del maestro cuchillero, Àngel Corts; diseños contundentes, manufactura correcta pero sin florituras, y sobre todo, practicidad al cien por cien.
Ahora bien, ¿cómo se hace para diseñar una herramienta que trae haciéndose cerca de tres millones de años? No hay que engañarnos, no inventaremos nada, como dice otro maestro, Germán Azote, la rueda ya está inventada y para que ruede tiene que ser redonda. Así que, por más que nos parezca que hemos conseguido un diseño innovador y original, siempre saldrá otro cuchillo parecido al nuestro. Pero bien, aquí de lo que se trata es de hacer un diseño a tu gusto, y que puedas decir con la cabeza bien alta que es tuyo. ¿Y cómo hacerlo?
Para diseñar un cuchillo te puedes inspirar en muchas cosas, en objetos cotidianos, en la naturaleza, en un animal, y por qué no, en una cosa completamente válida, otro cuchillo. Y a partir de aquí crear un cuchillo relativamente tuyo y sobre todo, disfrutar haciéndolo.
Yo, una vez las musas me han dotado de la inspiración suficiente, empiezo haciendo un esbozo a mano alzada de mi idea, y una vez la tengo plasmada en el papel, de momento no trabajo con ningún programa informático de dibujo, continúo perfilando el diseño hasta llegar a la plantilla definitiva que me ayudará a convertir el cuchillo en realidad. Cosa que no hago inmediatamente, sino que la dejo respirar un tiempo, voy a dar una vuelta o a tomarme un té, o incluso, duermo una noche. Un vez pasado este tiempo, el diseño se ve con otros ojos, si veo algún cambio a hacer, lo hago, y si todo sigue correcto, empiezo a trabajar el acero.
Espero no haberos dado demasiado el tostón, David Serrat.