Dai-Katana escribió:
Más que destapador, yo diría que es un abrelatas.
Bonito regalo.
Gracias por pasar y comentar como siempre Manuel!! Es una mezcla de destapador y abrelatas, lo que hace que ambas funciones se puedan efectuar, pero sin la calidad con que se realizan con la pieza específica para cada función.
Aprovecho la oportunidad para contarles algo de la relación de los griegos con el mar, como decía mas arriba.
Jenofonte cuenta en su Anábasis una historia imperecedera que, precisamente por tener ese carácter puede volver a contarse aquí. Se refiere a un incidente durante la Expedición de los Diez Mil, através de las montañas de Armenia rumbo al Mar Negro.
Estos hombres eran soldados mercenarios reclutados en Grecia por Ciro El Joven para que lo ayudasen a echar a su hermanastro Artajerjes del trono de Persia.
Ciro no les había dicho tal cosa, pues sabía muy bien que ningún ejército griego marcharía voluntariamente hacia un punto distante tres meses del mar. Sin embargo, con engaños, halagos y promesas de un excelente botín consiguió llevarlos hasta Mesopotamia. Los disciplinados y aguerridos griegos derrotaron fácilmente al ejército persa, pero Ciro murió. Sobrevino para todos entonces una situación apremiante. De pronto los persas se encontraron en posesión de un ejército experimentado con el que nada podían hacer, y los griegos se hallaban a tres meses de distancia de su hogar, sin conductor, sin paga y sin propósito, como un cuerpo no oficial internacional, que no debía obediencia a nadie, fuera de sí mismo. Bien pudo esta fuerza convertirse en un instrumento de locura y muerte, por la desesperación – degenerando en bandas de ladrones hasta verse aniquilada, o también incorporarse al ejército y al imperio persa.
Ninguna de estas presunciones se cumplió. Los expedicionarios deseaban regresar a sus hogares en Grecia, pero no através de Asia Menor, que a pesar de ser ya conocida no era una ruta conveniente. Resolvieron arrancar hacia el norte en busca del Mar Negro.
Eligieron general al propio Jenofonte - que era el cronista de la expedición. Gracias a la autodisciplina que los turbulentos griegos solían a veces mostrar, lograron mantenerse unidos, semana tras semana y prosiguieron su camino através de aquellas montañas desconocidas , haciendo buenas migas con los naturales cuando podían y luchando con ellos cuando fallaban los procedimientos conciliatorios.
Algunos perecieron, pero no muchos, pese a todo sobrevivieron como fuerza organizada.
Un día, según cuenta Jenofonte en la “Anábasis” – en un relato totalmente despojado de tonalidad heroica – mientras él se hallaba al frente de la retaguardia, cuando las tropas de exploración trepaban hasta la cima de un desfiladero, empezaron de pronto a dar voces y hacer gestos a los que venían atrás. Estos se apresuraron, pensando que tenían ante sí alguna otra tribu hostil. Al llegar, a su vez, a la colina, empezaron también a gritar, y lo mismo hicieron las sucesivas compañías, todos gritaban y señalaban animadamente hacia el norte. Hasta que por fin la ansiosa retaguardia pudo oír lo que todos decían: Thalassa!, Thalassa!.
La prolongada pesadilla había terminado, pues Thalassa significa precisamente en griego “el mar”. A la distancia se apreciaba el cabrilleo del agua salada, y donde hubiera agua salada el griego era comprendido, el camino al hogar se hallaba pues, expedito.
Un abrazo
El recorrido de los griegos de ida y vuelta marcado en rojo
El mar!!!