Tuve la suerte de pasarme horas en mi infancia viendo trabajar a Enric Pastor en su tienda /taller. Era vecino de la casa familiar donde vivían mis abuelos y pasábamos fines de semana así como vacaciones. Recuerdo verlo forjar y sobre todo verlo moldear el cuerno y asta como si de una goma se tratase y el fuerte olor...
Enric era un hombre joven en aquella época, muy fino de voz, bigotito a lo Errol Flynn y unas gafitas redondas. Vivía con su madre. Era un hombre serio, amable; nos dejaba verle trabajar, a condición de no alterar y, por supuesto, no tocar. Hacía muchas navajas de diversos estilos así como hachas, podones, herramientas de campo y monte, cuchillos de cocina y de mesa.
Los años pasaron, unos crecimos, otros maduraron y los abuelos, ya mayores, dejaron su gran casa familiar para pasar sus últimos años acomodados con nosotros. Entonces le perdí el contacto al ya viejo herrero hasta que un día en una feria de caza (30 años más tarde) conocí a un feriante ferretero que vendía infinidad de cuchillos, navajas,herramientas de forja, llamado Joaquim Terricabras, del pueblo de Torelló que me mostró unas toscas navajas de encina y al hablar me dijo que se las hacía con su cuño Enric Pastor y me habló de que ya era muy mayor pero aún trabajaba la forja.
Siempre me acordaré de éste hombre sencillo, dándole forma al acero y al cuerno con una magia y una alquimia incomprensible para un chaval de 6 o 7 años pero que posiblemente fue uno de los culpables de esta pasión que a mi me invade.
Le recuerdo con mucho cariño y nostalgia.