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TEMA: Whittler de Lütters

Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #1

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Esta pieza me llamó la atención desde el primer momento, por su esbelta elegancia, por esas cachas de ciervo…y además por llevar el cuño de Lütters.
La navaja está construída en el estilo conocido entre los anglosajones como Whittler, con cachas de ciervo de 96 mm, separadores y pines de latón, 3 hojas de acero al carbono, la mayor – que cuenta con bloqueo - digamos un lockback corto – de 70 mm, la secundaria, tipo coping de 40 mm con descanso a 90°, la tercera hoja, que correspondería al tipo Pen, lamentablemente está quebrada. Los muelles son de acero al carbono. Las Whittler son generalmente navajas de calidad, y ésta en particular no escapa a esa condición puesto que a pesar de sus cerca de 70 años de edad conserva unos ajustes envidiables – estimo que debe ser de los años 50 – y además presenta un sonoro clack junto con un filo impresionante , típico de la firma – debido seguramente al acero de alto carbono de sus hojas.

Van las fotos:













Algo sobre la tipología "Whittler" que ya habíamos comentado en otro post:

“Whittler” es un término utilizado por los coleccionistas para identificar a un particular tipo de construcción. Cualquier navaja tipo “pen” es considerada whittler si cumple estas particularidades, sin importar su tamaño o tipo de empuñadura.
Entonces, un whittler es una navaja tipo pen con una hoja mayor en un extremo y dos hojas pequeñas en el otro. Los whittlers tienen dos muelles. Cada una de las hojas pequeñas trabaja sobre un muelle, mientras que la hoja mayor – que es de mayor espesor – trabaja sobre ambos resortes o muelles. La gruesa hoja mayor trabajando sobre dos muelles es la característica más distintiva de una navaja whittler.
La mayoría de las whittlers tienen un separador central entre las dos hojas pequeñas y que separa ambos muelles por una parte del largo de la navaja. Se puede ver desde la parte trasera de las navajas whittler como este separador se afina hasta desaparecer mas allá del pino central.
También puede ocurrir que algunas navajas no presenten separador central y los muelles estén mecanizados en forma levemente de cuña y no necesitando el separador entre ellos.
Cuando la hoja principal tiene el suficiente espesor (como en el caso de hojas Wharncliffe) el separador se mantiene toda la longitud en el mismo espesor, o simplemente se carece de él siendo los muelles de caras paralelas.
Las whittlers varían en tamaño desde las 2 pulgadas de largo cerradas (“ladies”) hasta medidas superiores a las 4 pulgadas de largo, útiles para el tallado de madera (llamados “Carpenters”).
Muchas navajas del estilo, en tamaño pequeño, con una hoja tipo manicure no son consideradas como whittler auténticas por algunos coleccionistas, aunque son un aditivo en una colección.
La whittler ha sido siempre una navaja “Premium”, por el considerable trabajo que lleva su construcción y los materiales empleados, como separadores de latón y bolsters de alpaca.
Los materiales de las cachas han ido variando con el tiempo. Primariamente, en el SXIX de madera, a veces de ébano, luego marfil y hueso, finalizando con madreperla.
Históricamente, el estilo Whittler ya existía desde 1800 en Sheffield donde era conocido como navaja “pen” de 3 hojas (En Inglaterra el nombre de navaja “pen” era aplicado a navajas pequeñas utilizadas antiguamente para cortar la punta de las plumas con las que se escribía, o sacar punta a un lápiz – inventado éste último por el francés Conté en 1795).
Luego en Usa se denominó como “whittler”, por lo tanto es un nombre nuevo para un viejo “pattern”, o tipología.

Sobre la historia de la firma Lütters, fundada por Carl Lütters en 1840 y registrada en Solingen en 1862 creo que no hace falta agregar más al excelente post de Nico en el portal del Foro. Solamente indicar que en 1900 registraron su marca en Usa, para vender en el mercado americano - tan buscado por cuchillerías de toda Europa - . El registro fue actualizado en los años 30.
Seguramente esta navaja haya sido fabricada para el mercado de Usa, además esta tipología es poco vista en piezas de Lütters, por lo que me llamó la atención.





Espero que haya sido de vuestro agrado
Un saludo
Última Edición: 3 años 8 meses antes por Facón.
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #2

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Es, es de nuestro agrado, jejeje. Muy interesante el post Juan; desconocía la tipología Whittler, yo la hubiera denominado sencillamente un cortaplumas, y es de agradecer que aportes los datos para identificar unas tipologías de otras. De la pieza que decir, sabes que las Lutters me encantan, y esta el ciervo es una delicia.
Como siempre gracias por el post, un placer leerte, un fuerte abrazo.
El coleccionismo es un antecedente de los museos.
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #3

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ulhdez escribió:
Es, es de nuestro agrado, jejeje. Muy interesante el post Juan; desconocía la tipología Whittler, yo la hubiera denominado sencillamente un cortaplumas, y es de agradecer que aportes los datos para identificar unas tipologías de otras. De la pieza que decir, sabes que las Lutters me encantan, y esta el ciervo es una delicia.
Como siempre gracias por el post, un placer leerte, un fuerte abrazo.

Muchisimas gracias por hacerte un tiempo para pasar y dejar tus comentarios Alberto!! Se que has estado muy liado últimamente y lo valoro grandemente. Pues veo que te ha gustado - de lo cual no tenía dudas que sería así - . Como decía más arriba, no tenía idea de que Lütters hubiera realizado navajas en esta tipología, por lo cual la sorpresa y alegría se duplican, se ve que en aquellos años tenían una línea muy amplia de fabricación.
Un gran abrazo
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #4

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Muchas gracias por tu estupendo post Juan.
Me encanta la navaja, su tipología, tan sencilla y elegante y ese ciervo que la hace única y más elegante aún.
Un saludo.
Félix
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #5

  • Dai-Katana
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Yo siempre endendí como whittler navaja para taller madera, que debería ser algo mayor en tamaño a la que muestras.

Pero me gusta igual, se llame como sea, una veterana con mucho encanto.
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #6

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JEFUERZAXXIX escribió:
Muchas gracias por tu estupendo post Juan.
Me encanta la navaja, su tipología, tan sencilla y elegante y ese ciervo que la hace única y más elegante aún.
Un saludo.
Félix

Gracias a tí Félix, por estar siempre presente en el Foro con tus estimados comentarios !! Aprovecho para agregar una foto de la Lütters con otra alemana que también tiene su historia.


Un gran abrazo
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #7

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Dai-Katana escribió:
Yo siempre endendí como whittler navaja para taller madera, que debería ser algo mayor en tamaño a la que muestras.

Pero me gusta igual, se llame como sea, una veterana con mucho encanto.

Muchas gracias por pasar y comentar Manuel!! Efectivamente, los yankees llaman "Whittler Carpenter" a las piezas de esta tipología superiores a las 4 pulgadas, como comentaba más arriba, ésta es un poco más pequeña - unos 5 mm por debajo. Me alegra que te haya gustado.
Un gran abrazo!
Última Edición: 3 años 8 meses antes por Facón.
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #8

  • elmora76
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Muy bonita navaja, además siempre es un gusto leer tus post.
Gracias por mostrar y contar.

Un abrazo

Francisco
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #9

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elmora76 escribió:
Muy bonita navaja, además siempre es un gusto leer tus post.
Gracias por mostrar y contar.

Un abrazo

Francisco

Muchas gracias Francisco, por estar siempre presente en el Foro con tus comentarios tan apreciados!!
Me alegra que hayas disfrutado del post.
Un abrazo
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #10

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Facón escribió:
JEFUERZAXXIX escribió:
Muchas gracias por tu estupendo post Juan.
Me encanta la navaja, su tipología, tan sencilla y elegante y ese ciervo que la hace única y más elegante aún.
Un saludo.
Félix

Gracias a tí Félix, por estar siempre presente en el Foro con tus estimados comentarios !! Aprovecho para agregar una foto de la Lütters con otra alemana que también tiene su historia.


Un gran abrazo
Muchas gracias por tu estupendo detalle fotográfico.
Esa Walther.....
Clásica también donde las haya y de una marca que es toda una referencia en armas cortas, aunque cuando me tuve que decantar por una, elegí la P99, más moderna y potente, que se le va a hacer......
Muchas gracias de nuevo y un abrazo.
Félix
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #11

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Esta Walther PP por su numeración debe corresponder a los años 1938/39 por lo que debe haber vivido interesantes aventuras - pero con el paso del tiempo ha ido quedando rezagada. La P99 es sin dudas una excelente elección, te felicito Félix!!.
Un abrazo
Última Edición: 3 años 8 meses antes por Facón.
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #12

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Facón escribió:
Esta Walther PP por su numeración debe corresponder a los años 1938/39 por lo que debe haber vivido interesantes aventuras - pero con el paso del tiempo ha ido quedando rezagada. La P99 es sin dudas una excelente elección, te felicito Félix!!.
Un abrazo
Muchas gracias.
Te decía que esa Walther..... Me encanta, es una clasica y ahora que sé su fecha de fabricación, aún más. Como bien dices las historias y vicisitudes que habrá contemplado o en las que habrá participado.
Lástima de legislación tan restrictiva en armas que nos impide a profesionales o a aficionados tener las que nos gustaría, esta podría ser una de ellas.
Un abrazo
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #13

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JEFUERZAXXIX escribió:
Facón escribió:
Esta Walther PP por su numeración debe corresponder a los años 1938/39 por lo que debe haber vivido interesantes aventuras - pero con el paso del tiempo ha ido quedando rezagada. La P99 es sin dudas una excelente elección, te felicito Félix!!.
Un abrazo
Muchas gracias.
Te decía que esa Walther..... Me encanta, es una clasica y ahora que sé su fecha de fabricación, aún más. Como bien dices las historias y vicisitudes que habrá contemplado o en las que habrá participado.
Lástima de legislación tan restrictiva en armas que nos impide a profesionales o a aficionados tener las que nos gustaría, esta podría ser una de ellas.
Un abrazo

Totalmente de acuerdo contigo Félix!!
Un abrazo
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #14

  • Dai-Katana
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Nos salimos del tema, pero con Walther me cuesta evitarlo ;)

Soñando, me gustaría tener las siguientes, PP, PPK, y P38, todas de época claro !

Las que he tenido, a lo largo de los años, han sido P5 Compact, PPK/S y GSP, además de alguna carabina.
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #15

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Dai-Katana escribió:
Nos salimos del tema, pero con Walther me cuesta evitarlo ;)

Soñando, me gustaría tener las siguientes, PP, PPK, y P38, todas de época claro !

Las que he tenido, a lo largo de los años, han sido P5 Compact, PPK/S y GSP, además de alguna carabina.

Hermoso sueño Manuel!!
Un abrazo
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #16

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Dai-Katana escribió:
Nos salimos del tema, pero con Walther me cuesta evitarlo ;)

Soñando, me gustaría tener las siguientes, PP, PPK, y P38, todas de época claro !

Las que he tenido, a lo largo de los años, han sido P5 Compact, PPK/S y GSP, además de alguna carabina.
Te digo lo mismo que el compañero, no me importaría lo más mínimo apuntarme a ese sueño, aunque veo que has disfrutado de una buena colección.
Sigamos soñando todos... con aceros de uno y otro tipo, quien sabe.......
Un saludo
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #17

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JEFUERZAXXIX escribió:
Dai-Katana escribió:
Nos salimos del tema, pero con Walther me cuesta evitarlo ;)

Soñando, me gustaría tener las siguientes, PP, PPK, y P38, todas de época claro !

Las que he tenido, a lo largo de los años, han sido P5 Compact, PPK/S y GSP, además de alguna carabina.
Te digo lo mismo que el compañero, no me importaría lo más mínimo apuntarme a ese sueño, aunque veo que has disfrutado de una buena colección.
Sigamos soñando todos... con aceros de uno y otro tipo, quien sabe.......
Un saludo

Tus palabras me hicieron acordar de la hermanastra de la Walther, la pistola Manurhin fabricada bajo licencia Walther en Francia desde 1952 por Manufacture de Machines du Haut-Rhin en Mulhouse, mientras las medidas de posguerra prohibían la fabricación de armas a Walther. Dignas representantes de estas dos naciones enfrentadas infinidad de veces, aquí las vemos acompañadas de la Lütters y una Laguiole, también muy representativas.



Un abrazo.

Aprovecho esta oportunidad para contarles un cuento de Maupassant con motivo de la guerra Franco-Prusiana de 1871.

Los Prisioneros

En el bosque sólo se oía el ligero murmullo de la nieve cayendo sobre los árboles.
Caía desde la mañana una nievecita menuda que empolvaba las ramas con una espuma helada, que arrojaba sobre las hojas secas de la espesura un leve techo de plata, tendía sobre los caminos una inmensa alfombra muelle y blanca, y espesaba el silencio ilimitado de aquel océano de árboles.
Ante la puerta de la casa forestal, una muchacha joven, con los brazos desnudos, cortaba leña a hachazos sobre un viejo tronco. Era alta, esbelta y fuerte, hija y esposa de guardabosques.
Una voz gritó desde el interior de la casa:
-Vamos a estar solas esta noche, Berthine, más vale que entres. Se acerca la noche y quizás haya prusianos y lobos merodeando.
La leñadora respondió mientras cortaba una rama con grandes golpes que erguían su pecho a cada movimiento para alzar los brazos.
-Ya he terminado, mamá. Ya voy, ya voy, no tengas miedo, que aún es de día.
Después recogió los leños y las astillas y los apiló junto a la chimenea, volvió a salir para cerrar los postigos, enormes postigos de roble macizo, y al regresar, por fin, corrió los pesados cerrojos de la puerta.
Su madre, una vieja arrugada a la que la edad había vuelto temerosa, hilaba junto al fuego.
-No me gusta -dijo- cuando padre está fuera. Dos mujeres no es gran cosa que digamos.
La joven respondió:
-¡Bah! Yo me siento tan capaz de matar a un lobo como a un prusiano.
Y señalaba con la mirada un gran revólver colgado junto al hogar.
Su marido había sido incorporado al ejército al comienzo de la invasión prusiana, y las dos mujeres se habían quedado solas con el padre, el viejo guarda Nicolas Pichon, apodado “el Zancas”, que se había negado obstinadamente a abandonar su casa para guarecerse en la ciudad.
La ciudad próxima era Rethel, antigua plaza fuerte encaramada sobre un peñón. Allí eran patriotas, y los burgueses habían decidido resistir a los invasores, encerrarse y aguantar un asedio según la tradición de la ciudad. Ya en dos ocasiones, bajo Enrique IV y Luis XIV, los habitantes de Rethel se habían distinguido por heroicas defensas. Harían otro tanto esta vez, o bien se dejarían quemar entre sus murallas.
Habían comprado, pues, cañones y fusiles, equipado una milicia, formado batallones y compañías, y se adiestraban todo el día en la Plaza de Armas. Todos, panaderos, tenderos de ultramarinos, carniceros, notarios, procuradores, ebanistas, libreros, y hasta los farmacéuticos, maniobraban por turno, a horas fijadas, a las órdenes del señor Lavigne, ex suboficial de dragones, hoy almacenero, al haberse casado con la hija del viejo señor Ravaudan y heredado su tienda.
Había adoptado el grado de comandante mayor de la plaza y, como todos los jóvenes habían marchado al ejército, había alistado a todos los demás, que se entrenaban para la resistencia. Los gordos ya sólo andaban por las calles a paso gimnástico para fundir las grasas y reforzar el resuello, los débiles llevaban fardos para fortalecer los músculos.
Y esperaban a los prusianos. Pero los prusianos no aparecían. No estaban lejos, sin embargo, pues ya en dos ocasiones sus exploradores habían llegado a través del bosque hasta la casa forestal de Nicolas Pichon, “el Zancas”.
El viejo guarda, que corría como un zorro, había ido a avisar a la ciudad. Los cañones habían sido preparados, pero el enemigo no se dejó ver.
La morada del “Zancas” servía de puesto avanzado en el bosque de Aveline. El hombre iba, dos veces por semana, en busca de provisiones y llevaba a los burgueses ciudadanos noticias del campo.
Aquel día había partido para anunciar que un pequeño destacamento de infantería alemana se había detenido ante su casa la antevíspera, hacia las dos de la tarde, y después había vuelto a partir casi en seguida. El suboficial que lo mandaba hablaba francés con acento fuertemente gutural.
Cuando el viejo se iba así, se llevaba a sus dos perros, dos molosos de fauces de león, por temor a los lobos que empezaban a mostrarse feroces, y dejaba a las dos mujeres recomendándoles que se atrincheraran en la casa al acercarse la noche.
La joven no tenía miedo de nada, pero la vieja temblaba sin parar y repetía:
-Esto acabará mal, ya verán como acaba mal.
Esa noche estaba más inquieta que de costumbre:
-¿Sabes a qué hora volverá padre? -preguntó.
-No antes de las once, seguro. Cuando cena en casa del comandante, siempre vuelve muy tarde.
Colgaba la olla sobre el fuego para hacer la sopa, pero dejó de removerla al escuchar un vago ruido que llegaba desde el bosque por el tubo de la chimenea. Murmuró:
-Alguien marcha por el bosque, hay unos siete hombres, por lo menos.
La madre, aterrada, detuvo su rueca, balbuceando:
-Ay! ¡Dios mío! ¡Y padre no está aquí!
No había acabado aún de hablar cuando unos violentos golpes hicieron temblar la puerta.
Como las mujeres no respondían, una voz poderosa y gutural gritó:
-¡Afran!
Después, tras un silencio, la misma voz prosiguió:
-¡Afran o rrombo la puegta!
Entonces Berthine deslizó en el bolsillo de la falda el gran revólver de la chimenea, y luego, pegando la oreja a la puerta, preguntó:
-¿Quienes son ustedes?
La voz respondió:
-Zoy del teztacamento del otro día.

La joven prosiguió:
¿Qué quieren?
-Eztoy berdido tezde ezta mañana, en el pozque, con mi teztacamento. Afran o rrombo la puegta.
La muchacha no podía hacer otra cosa que abrir; corrió rápidamente el gran cerrojo, y después, al tirar de la pesada hoja, distinguió en la pálida sombra en la nieve de seis hombres, seis soldados prusianos, los mismos que habían llegado la víspera. Pronunció con tono resuelto:
-¿Qué vienen a hacer por aquí a estas horas?
El suboficial repitió:
-Eztoy berdido, toro berdido, y regonocí la casa. No he gomido nada dezde ezta mañana, mi teztacamento tamboco.

Berthine declaró:
-Es que estoy sola con mi madre esta noche.
El soldado, que parecía buena persona, respondió:
-No imborta. No haré daño, bero uztet noz dará de gomer. Nos gaemos de hambre y de canzancio.
La muchacha retrocedió diciendo:
-Entren.
Entraron, espolvoreados de nieve, llevando sobre los cascos una especie de crema espumosa que los asemejaba a merengues, y parecían cansados, extenuados.
La joven les señaló los bancos de madera a ambos lados de la gran mesa.
-Siéntense -dijo- voy a hacerles una sopa. Es cierto que parecen rendidos.
Después volvió a correr los cerrojos de la puerta. Añadió agua a la olla, echó de nuevo manteca y patatas y después, descolgando un trozo de tocino colgado en la chimenea, cortó la mitad con una gran navaja de cachas de cuerno y la metió en el caldo.
Los seis hombres seguían con los ojos todos sus movimientos, con el hambre reflejado en la mirada. Habían dejado los fusiles y los cascos en un rincón, y esperaban, quietos como niños en los bancos de la escuela.
La madre había vuelto a hilar, lanzando a cada momento miradas intranquilas a los soldados invasores. No se oía sino el leve zumbido de la rueca, el crepitar del fuego, y el murmullo del agua que empezaba a hervir.

De pronto un ruido extraño los estremeció a todos, algo así como un aliento ronco junto a la puerta, un aliento de bestia, fuerte y sonoro.
El suboficial alemán había dado un salto hacia los fusiles. La muchacha lo detuvo con un gesto, y dijo sonriendo:
-Son los lobos, - dijo - como ustedes, merodean y tienen hambre.
El hombre, incrédulo, quiso mirar, y cuando abrió la hoja distinguió dos grandes animales grises que huían con un trote rápido y largo.
Volvió a sentarse, murmurando:
-Nunca lo hufiega greído.
Y esperó que la sopa estuviera lista.

Continuará...
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #18

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Continúo:

La comieron vorazmente, con las bocas abiertas hasta las orejas para tragar más, con ojos redondos que se abrían al mismo tiempo que las mandíbulas, y con ruidos de garganta similares a gorgoteos de canalones.
Las dos mujeres, mudas, miraban los rápidos movimientos de las grandes barbas rojas; y las papas parecían sumergirse en aquellas pelambreras oscilantes.
Como tenían sed, la muchacha bajó a la bodega para sacarles sidra. Se quedó allá mucho tiempo; era una pequeña cueva abovedada que, durante la revolución, había servido de cárcel y de escondrijo, según decían. Se llegaba a ella por medio de una estrecha escalera de caracol cerrada por una trampilla en el fondo de la cocina.
Cuando Berthine reapareció, se reía, se reía sola, con aire socarrón. Y les dio a los alemanes la jarra de bebida. Después cenó ella también, con su madre, en el otro extremo de la cocina.
Los soldados habían acabado de comer, y se estaban adormeciendo los seis, alrededor de la mesa. De vez en cuando una frente caía sobre el tablero con un ruido sordo, y entonces el hombre, despertado bruscamente, se enderezaba.
Berthine le dijo al suboficial:
-Acuéstense ante el fuego, caramba, que hay sitio bastante para seis. Yo subo a mi habitación con mi madre.
Y las dos mujeres subieron. Se las oyó cerrar la puerta con llave, andar durante algún tiempo; luego no hicieron el menor ruido.
Los prusianos se tumbaron en el suelo, con los pies hacia el fuego, la cabeza apoyada en los capotes enrollados, y pronto estaban roncando los seis en seis tonos distintos, agudos o sonoros, pero continuos y formidables.
Dormían hacía ya mucho tiempo cuando sonó un tiro, tan fuerte que se diría disparado contra las paredes de la casa. Los soldados se levantaron al punto. Pero estallaron dos nuevas detonaciones, seguidas por tres más.
La puerta de la pieza de arriba se abrió bruscamente y apareció la muchacha, descalza, en camisa, con enaguas, con una vela en la mano y aspecto aterrado. Balbució:
-Ahí están los franceses, son por lo menos doscientos. Si los encuentran aquí, me queman la casa. Bajen en seguida a la cueva, y no hagan ruido. Si hacen ruido, estamos perdidos.
El suboficial murmuró:
-Eztá fien, eztá fien. ¿Pog donde hay que bajag?
La joven alzó con precaución la trampilla estrecha y cuadrada, y los seis hombres desaparecieron por la escalerilla de caracol, hundiéndose en el suelo uno tras otro, de espaldas, para tantear bien los peldaños con el pie.
Cuando la punta del último casco hubo desaparecido, Berthine, dejando caer la pesada plancha de roble, gruesa como una pared, dura como el acero, sujeta por unas bisagras y una cerradura de calabozo, dio dos buenas vueltas de llave y luego se echó a reír, con una risa muda y encantada, con unas ganas locas de bailar sobre la cabeza de sus prisioneros.
Los soldados no hacían el menor ruido, encerrados allá dentro como en una caja sólida, una caja de piedra que sólo recibía aire por un tragaluz provisto de barras de hierro.
Berthine volvió a encender al punto el fuego, puso sobre él la olla, e hizo más sopa, murmurando:
-Padre se habrá cansado esta noche.
Después se sentó y esperó. Sólo el péndulo sonoro del reloj turbaba el silencio su tictac regular.
De vez en cuando la joven lanzaba una mirada a la esfera, una mirada impaciente que parecía decir:
-“Esto no marcha muy de prisa”.

Pero pronto le pareció que murmuraban bajo sus pies. A través de la bóveda de albañilería de la bodega le llegaban palabras bajas, confusas. Los prusianos empezaban a adivinar su astucia, y pronto el suboficial subió por la escalerilla y golpeó con el puño la trampilla. Gritó de nuevo:
-Abgran!!.
Ella se levantó, se acercó e, imitando su acento:
-¿Qué ez lo que quiege?
-Abgra!!.
-No pienso abgrig.
El hombre se enfadaba:
-Abgra o rrombo la puegta.
Ella se echó a reír:
-Rómpela, jajaj; rómpela, si puedes muchacho!!.
Y él empezó a dar golpes con la culata del fusil contra la trampilla de roble, cerrada sobre su cabeza. Pero ésta hubiera resistido una catapulta.
Berthine lo oyó bajar. Después acudieron los soldados, uno tras otro, a probar sus fuerzas, a inspeccionar la cerradura. Pero, juzgando sin duda inútiles sus tentativas, volvieron a bajar todos a la bodega y empezaron a hablar entre sí.
La joven los escuchaba, y después fue a abrir la puerta de fuera y aguzó los oídos en la noche.
Le llegó un lejano ladrido. Ella empezó a silbar como hubiera hecho un cazador y, casi al punto, dos enormes perros surgieron de las sombras y se lanzaron sobre ella brincando. Los cogió del cuello y los sujetó para impedir que corriesen. Después gritó con todas sus fuerzas:

-¡Eh! ¡padre!
Una voz respondió, todavía muy lejos:
-¡Eh! ¡Berthine!
Ella esperó unos segundos, luego continuó:
-¡Eh! ¡Padre!
La voz, más próxima, repitió:
-¡Eh! ¡Berthine!
La muchacha prosiguió:
-No pases por delante de la lumbrera. Hay prusianos en la bodega.
Y bruscamente la gran silueta del hombre se dibujó hacia la izquierda, parada entre dos troncos de árbol. Preguntó, inquieto:
-¿Prusianos en la bodega? ¿Y qué hacen?
La joven se echó a reír:
-Son los de ayer. Se habían perdido en el bosque, y los he puesto a la sombra en la bodega.
Y contó su aventura, cómo los había asustado con disparos de revólver y encerrado en la cueva.
El viejo, siempre serio, preguntó:
-¿Y qué quieres que hagamos ahora?
Ella respondió:
-Vete a buscar al señor Lavigne y a su tropa. Él los hará prisioneros. Estará encantado.
Y el abuelo Pichon sonrió:

-Sí que estará encantado.
Su hija prosiguió:
-Tienes ahí sopa, cómetela en seguida y luego márchate.
El viejo guarda se sentó a la mesa, y empezó a comer la sopa tras haber dejado en el suelo dos platos llenos para sus perros.
Los prusianos, al oír hablar, se habían callado.
El Zancas se marchó un cuarto de hora después. Y Berthine, con la cabeza entre las manos, aguardó.
Los prisioneros se agitaban de nuevo. Gritaban ahora, llamaban, asestaban sin cesar culatazos furiosos contra la inconmovible trampilla.
Después empezaron a disparar los fusiles por la lumbrera, esperando sin duda ser oídos si algún destacamento alemán pasaba por las cercanías.
La guardesa no se movía, pero todo aquel ruido la exasperaba, la irritaba. Una aviesa cólera despertaba en ella; hubiera querido asesinarlos, a aquellos miserables, para que se callasen.
Después, como crecía su impaciencia, empezó a mirar el reloj, a contar los minutos.
Hacía hora y media que su padre había partido. Ya habría llegado a la ciudad. Creía verlo. Le contaba el asunto al señor Lavigne, que palidecía de emoción y llamaba a su criada para que le diera su uniforme y sus armas. Le parecía oír al tambor corriendo por las calles. Aparecían, en las ventanas, cabezas asustadas. Los soldados-ciudadanos salían de sus casas, apenas vestidos, sofocados, abrochándose los cinturones, y partían, a paso gimnástico, hacia la casa del comandante.
Después la tropa, con el Zancas a la cabeza, se ponía en marcha, en la noche, entre la nieve, hacia el bosque. Miraba el reloj:

-Pueden estar aquí dentro de una hora.
La invadía una nerviosa impaciencia. Los minutos le parecían interminables. ¡Cómo tardaban!
Por fin la aguja marcó el tiempo que ella había fijado para la llegada.
Abrió de nuevo la puerta, para oírlos venir. Distinguió una sombra que avanzaba con precaución. Tuvo miedo, soltó un grito. Era su padre, que le dijo:
-“Me mandan para ver si continúa todo igual”.
-Todo igual.
Entonces él lanzó a su vez, en la noche, un silbido estridente y prolongado. Y pronto vieron una cosa parda que avanzaba, bajo los árboles, lentamente: la vanguardia, compuesta por diez hombres.
El Zancas repetía a cada instante:
-“No pasen por delante del tragaluz”.
Y los primeros en llegar mostraban a los recién venidos la temida lumbrera.
Por fin apareció el grueso de la tropa, doscientos hombres en total llevando cada uno doscientos cartuchos. El señor Lavigne, agitado, tembloroso, los dispuso de forma que rodearan la casa por todas partes, dejando un amplio espacio libre ante el pequeño agujero negro, a ras del suelo, por el que el sótano recibía aire.
Después entró en la habitación y se informó sobre las fuerzas y la actitud del enemigo, que se había quedado tan mudo que habría podido creérsele desaparecido, desvanecido, evaporado por la lumbrera.
El señor Lavigne golpeó con el pie la trampilla y llamó:
-¡Señor oficial prusiano!
El alemán no respondió. El comandante insistió:
-¡Señor oficial prusiano!

Fue en vano. Durante veinte minutos conminó a aquel oficial silencioso a rendirse con armas y bagajes, prometiéndole la vida y honores militares para él y sus soldados. Pero no obtuvo el menor signo de asentimiento o de hostilidad. La situación se ponía difícil.
Los soldados-ciudadanos pisoteaban la nieve, se daban grandes palmadas en las espaldas, como hacen los cocheros para calentarse, y miraban al tragaluz con unas ganas crecientes y pueriles de pasar ante el.
Uno, por fin, se aventuró, un tal Potdevin que era muy ágil. Tomó impulso y pasó corriendo como un ciervo. La intentona tuvo éxito. Los prisioneros parecían muertos. Una voz gritó:
-No hay nadie.
Y otro soldado cruzó el espacio libre ante el peligroso agujero. Entonces fue como un juego. A cada minuto, un hombre se lanzaba, pasaba de una tropa a otra como hacen los niños jugando, y lanzaba a sus espaldas salpicaduras de nieve, de tan vivamente que agitaba los pies. Habían encendido, para calentarse, grandes hogueras de leña seca, y el perfil del guardia nacional que pasaba corriendo aparecía iluminado en un rápido viaje del campo de la derecha al campo de la izquierda. Alguien gritó:
-¡Ahora te toca a tí, Maloison!
Maloison era un gordo panadero cuyo vientre hacía reír a sus camaradas.
Vacilaba. Se burlaron de él. Entonces, decidiéndose, se puso en marcha, con un pasito gimnástico regular y jadeante que sacudía su poderosa panza.
Todo el destacamento lloraba de risa. Gritaban para animarlo:
-¡Muy bien! ¡Muy bien, Maloison!
Estaba llegando más o menos a los dos tercios de su trayecto cuando una llama larga, rápida y roja, brotó de la lumbrera. Una detonación resonó, y el enorme panadero cayó de bruces con un grito espantoso.
Nadie se lanzó a socorrerlo. Entonces lo vieron arrastrarse a cuatro patas por la nieve, gimiendo; cuando hubo finalizado el terrible trayecto, se desmayó.
Tenía una bala en la nalga!!.

Después de la sorpresa inicial y del inicial susto, se alzaron nuevas risas.
Pero el comandante Lavigne apareció en el umbral de la casa forestal. Acababa de preparar su plan de ataque. Ordenó con voz vibrante:
-¡El fontanero Planchut y sus operarios!
Se acercaron tres hombres.
-Arranca los canalones de la casa.
En un cuarto de hora le llevaron al comandante veinte metros de canalón.
Entonces mandó practicar, con mil prudentes precauciones, un agujerito circular en el borde de la trampilla y, preparando una conducción de agua de la bomba a aquella abertura, declaró con aire satisfecho:
-Vamos a invitar a beber a los señores alemanes.
Un frenético «¡viva!» de admiración estalló, seguido por chillidos de gozo y risas locas. Y el comandante organizó pelotones de trabajo que se relevarían cada cinco minutos.
Después ordenó:
-¡Dadle a la bomba!
Habiéndose puesto en marcha el volante de hierro, un ruidito se deslizó a lo largo de los tubos y cayó pronto en el sótano, peldaño tras peldaño, con un murmullo de cascada, un murmullo de estanque de pececitos rojos. Esperaron.
Transcurrió una hora, luego dos, luego tres.

El comandante se paseaba febril por la cocina, pegando la oreja al suelo de vez en cuando, tratando de adivinar lo que hacía el enemigo, preguntándose si capitularía pronto.
El enemigo se agitaba ahora. Lo oían mover barricas, hablar, chapotear.
Después, hacia las ocho de la mañana, una voz salió por la lumbrera:
-Yo querer hablar al zeñor oficial fancéz.
Lavigne respondió, desde la ventana, sin asomar demasiado la cabeza:
-¿Se rinden?
-Me rrindo.
-Entonces, tiren afuera los fusiles.
Al punto vieron un arma salir por el agujero y caer en la nieve, después dos, tres, todas las armas. Y la misma voz declaró:
-No tengo máz. Denze priza. Eztamos ahogadoz.
El comandante ordenó:
-Paren.
El volante de la bomba quedó inmóvil.
Y, habiendo llenado la cocina de soldados que esperaban, con el arma al pie, alzó lentamente la trampilla de roble.

Aparecieron cuatro cabezas empapadas, cuatro cabezas rubias de largos cabellos descoloridos, y se vio salir, uno detrás de otro, a los seis alemanes tiritando, chorreantes, asustados.
Los cogieron y los ataron sólidamente. Y después, como temían una sorpresa, partieron al punto, en dos columnas, una que llevaba a los prisioneros y otra que llevaba a Maloison sobre un colchón colocado sobre dos varas.
Entraron triunfalmente en Rethel.
El señor Lavigne fue condecorado por haber capturado una vanguardia prusiana, y el gordo panadero recibió la medalla militar por herida infligida en acción ante el enemigo.

FIN

Espero que les haya gustado,
Un saludo

Un viejo grabado de la ciudad de Rethel

Última Edición: 3 años 8 meses antes por Facón.
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Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #19

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Preciosa navaja, precioso relato y, por supuesto, preciosa Walther "Polizei Pistole". La Manurhin no le hace ascos, desde luego, aunque no hay nada como una auténtica Zella Mehlis.

En cuanto a la ley de armas en España es tan restrictiva como contradictoria en muchos aspectos; aunque eso sería digno de otro post, pues generaría un extenso debate.
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The following user(s) said Thank You: Facón, JEFUERZAXXIX

Whittler de Lütters 3 años 8 meses antes #20

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CLASIFICADOR 1 escribió:
Preciosa navaja, precioso relato y, por supuesto, preciosa Walther "Polizei Pistole". La Manurhin no le hace ascos, desde luego, aunque no hay nada como una auténtica Zella Mehlis.

En cuanto a la ley de armas en España es tan restrictiva como contradictoria en muchos aspectos; aunque eso sería digno de otro post, pues generaría un extenso debate.

Muchas gracias por pasarte y comentar Carlos!! Celebro que te haya gustado todo el post. Por aquí también la ley se ha puesto mas restrictiva últimamente.
Un gran abrazo
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