Una navaja recien llegada , que con la pandemia hubo parón y no me la pudo mandar
En Madera de Raíz de Olivo Centenario
Hoja en Acero Inox
Se aprecia la terminación en forma de Proa de Tirreme ..para abrir cervezas
Con el ESPOLÓN...
La revista es una publicación Marinera del 1942 ( se me han movido las Fotos ) ..
Abierta ..como se aprecia son sus buenos 12 cm de acero
Cerrada ..
Su logo ..
Fotografías del Artesano .
Trireme una reconstrucción que se hizo para los Juegos Olímpicos de Atenas
Como resultado de dicha reconstrucción se constató que un remero en la antigüedad de 1,60 remaba más rápido y durante más tiempo que un Remero de la Armada Griega Actual de 1,80 casi 1 milla náutica más debido a esos cm y mayor corpulencia general el Barco es más pesado y hay menos sitio en su interior siendo más incomodo el manejo de los remos .
Trierarca :
Un trirreme era financiado por un ciudadano o un meteco rico, no obligatoriamente un marino, miembro de la clase de los pentacosiomedimnos, y llamado «trierarca». Recibía la nave de la ciudad y era responsable ante ella, debía pagar las eventuales reparaciones y el sueldo de la tripulación cuando la ciudad no podía. También debía hacer frente a los gastos imprevistos. Esta liturgia era la más costosa y el trierarca gozaba en consecuencia de un prestigio considerable en la ciudad, ante sus conciudadanos. A pesar de ello, parece que no era un cargo envidiado, en vista de los versos que Aristófanes pone en boca de Esquilo en un pasaje de Las ranas:
«Esto es lo que hace un rico que no quiere ser trierarca,
se envuelve en harapos,
llora y dice que es pobre».
Aristófanes, Las ranas, v. 1065-1066
A partir del siglo V a. C., la trierarquía se convirtió en una carga financiera demasiado onerosa para un hombre y los trierarcas comenzaron a agruparse para armar un barco: al principio dos, posteriormente varios.
Composición de la tripulación
Hoplita :
Durante la Guerra del Peloponeso, el trirreme ateniense llevaba en su seno varias clases distintas de personal:
Un estado mayor, del que el trierarca era la cabeza, era el capitán, que podía delegar el mando, contratando a un marino experimentado en las funciones marítimas a bordo, que ejerciera el gobierno ejecutivo del barco y las funciones de piloto (kybernétès). Estaba secundado por otro oficial (proreus), tres contramaestres, dos toicharchoi, encargados de las maniobras de atraque y desatraque, y responsables de la carga y el equipo del navío; ambos bajo las órdenes del cómitre (kéleustès), responsable del mando directo de los remeros, de los auletes y los trieraulas (trièraulès), flautistas encargados de marcar la cadencia de las paladas. Le ayudaba en sus funciones un subcómitre (pentecontarchos), cuyo nombre hace referencia al mando de 50 remeros.
170 remeros.
Otros 13 marineros (ναῦται) que se encargaban de las maniobras (timón/timones), encargados de la arboladura y el velamen, cuya función era ejecutar las órdenes relativas a la navegación a vela y que podían echar una mano en los abordajes.
10 epíbatas, los hoplitas, destinados a combatir durante los abordajes, desembarcos o sirviendo para la protección del dispositivo de fondeo.
En época helenística, los katapeltaphetai eran los responsables del alistamiento y manejo de las máquinas de guerra instaladas en las naves.
El total de la dotación era de 200 hombres, cifra considerable para un navío. Para armar una flota de 200 trirremes, eran necesarios 40000 ciudadanos: se puede tomar la medida de esta cifra del desastre que representó para Atenas la Batalla de Egospótamos en 405 a. C., con la pérdida de 160 barcos, pero sobre todo las tripulaciones, apresadas o ejecutadas.
El número de hombres a bordo no era fijo y varió en el trascurso de los años en función del número de epíbatas embarcados.
Los epíbatas :
Esta infantería de marina era muy numerosa en los primeros años del siglo V a. C., cuando la embestida con el espolón no se había impuesto aún como estándar en el combate naval, como por ejemplo durante las Guerras Médicas, en 494 a. C. durante la Batalla naval de Lade: «los de Quíos habían aportado cien naves, a bordo de cada una de las cuales figuraban cuarenta soldados de élite reclutados entre los ciudadanos»
Algunos años después, las naves que libraron la Batalla de Salamina llevaban 30 infantes, y las atenienses 14 hoplitas y 4 arqueros (toxótai). Los arqueros no iban con los epíbatas en cubierta, sino que se situaban junto al capitán y el timonel, y eran su guardia personal, según se describe en una inscripción de 412-411 a. C. Eurípides los nombra en Ifigenia entre los tauros , situados a popa, cubriendo al capitán y al timonel durante el combate.
En mayo de 431 a. C., excepcionalmente una flota de 100 trirremes atenienses embarcó 10 hoplitas y 4 arqueros, siendo sus comandantes Carcino el Viejo, Proteas y Sócrates. A estos soldados podía también añadirse lanzadores de dardos (akonistaí); pero la regla general posterior, incluso si pudo variar, fue que los trirremes atenienses se aligeraron de combatientes y se redujo a 10 epíbatas (epibátai) en tiempos de la Guerra del Peloponeso, cifra adoptada por el conjunto de Grecia: «los lacedemonios y sus aliados enviaron una expedición de cien naves contra la isla de Zacinto, que está situada frente a Élide […]. Iban a bordo mil hoplitas lacedemonios y como navarco, el espartiata Cnemo». Los diez epíbatas atenienses tenían el rango más alto después del capitán. En el Decreto de Temístocles se los mencionan en segundo lugar. Cuando se producía el choque de las flotas, tenía lugar una especie de batalla de tierra en el mar.
Como los remeros de la clase censitaria de los ciudadanos más modestos, es decir, los thetes, los epíbatas no pagaban sus equipos de hoplita, que les suministraba la polis (ciudad); al contrario que los falangitas que combatían en tierra firme.
Tripulación de cubierta :
El mando de la tripulación de cubierta (hypēresia) estaba bajo el mando del timonel, el kybernētēs, que siempre era un experimentado marino y a menudo el comandante de la nave. Los marineros experimentados podían encontrase en los niveles superiores de los trirremes. Otro oficiales (prōreus oprōratēs), el contramaestre (keleustēs), el cabo de mar (pentēkontarchos), el carpintero de ribera (naupēgos), el flautista (aulētēs) quien marcaba el ritmo de boga a los remeros, y dos toicharchoi, al mando de los remeros de cada lado. Lo que constituía la experiencia de estos marineros era una combinación de habilidad superior en los remos (resistencia física y/o consistencia a golpe de paladas) y experiencia previa en batallas. Los marineros fueron probablemente treinta o cuarenta. Además, había diez marineros para el manejo de los mástiles y de las velas.
Los remeros :
La disposición de la fuerza viva en el seno del trirreme ha estado sujeta a discusión entre los especialistas, punto al que parece, no obstante, haberse llegado a la unanimidad en el presente.
En el más alto de los tres niveles situados en el punto más alejado del eje de la nave se sentaban sobre taburetes 31 tranitas (thranítai, de trânoι= taburetes) en cada borda, sentados a 89 cm unos de otros. Para que sus remos no interfirieran con los de los niveles inferiores, eran instalados en un dispositivo sobreelevado sobre el casco y abierto al viento. En la hilera intermedia y en el interior del casco, sobre los baos, se situaban 27 remeros, llamados «zigitas» (zygioi, de zeugon, bao), ligeramente desplazados en relación a sus vecinos superiores, para aprovechar mejor el espacio vertical y que pasaban sus remos por un lugar calado del casco. En el nivel inferior, en la bodega, 27 «talamitas» (thalamitoi, de thálamos= bodega)), también desplazados por las mismas razones, accionaban sus remos a través de las portas, de aberturas circulares situadas a unos 45 cm de la superficie.
En el siglo V a. C. en Atenas, mientras que la ciudad podía proporcionar la mano de obra, es decir, hasta la segunda fase de la Guerra del Peloponeso, todos los remeros eran ciudadanos libres, eventualmente reforzados por metecos y remunerados con un sueldo equivalente al de las tropas terrestres, es decir, una dracma diaria en la época de la expedición a Sicilia, a la que se añadió, para esta operación específica, una paga extraordinaria únicamente a los tranitas por los trierarcas. Su superior categoría y, en esta ocasión su mejor paga se debían a varias circunstancias: su trabajo requería más esfuerzo, puesto que manejaban los remos más largos, eran reclutados entre los remeros más hábiles, y estaban más expuestos al enemigo en las batallas navales. Estos fueron los hombres motivados y entrenados que tomaron asiento en los bancos para proteger los intereses de su ciudad, lo que explica el rendimiento que podían alcanzar estas naves en términos de velocidad, de mantenimiento de la cadencia, de maniobrabilidad y prontitud en la ejecución de las órdenes.
Al menos en teoría, el Estado era el que se hacía cargo de los pagos, pero esto suponía una carga financiera más que considerable, por lo que en la práctica era habitual que fuese el trierarca el que hiciera efectivo el pago o bien se procurase mediante el saqueo y el botín de guerra. Es de suponer además, que los “especialistas” debían percibir algún tipo de bonificación ya que se trataba de oficios que requerían una cualificación que no era fácil de encontrar. Cabe preguntarse de dónde salían tantos tripulantes. La respuesta es sencilla: la posibilidad de recibir una dracma al día era lo bastante atractiva como para que no faltasen voluntarios provenientes de las clases inferiores (según la clasificación soloniana): los thetes. A falta de oportunidades de prosperar en el Ática, la perspectiva de estar alistado en el servicio activo no era nada desalentadora. Y en el caso de que el cuerpo de ciudadanos del Ática no bastase para cubrir los bancos de remos en su totalidad, es de suponer que no existiría problema en reclutar mercenarios de otras poleis, alistar a los metecos de la propia Atenas o incluso a los esclavos.
En cuanto a la configuración de los bancos de remeros, ha existido una agria polémica durante siglos sobre cómo estaban distribuidos los remeros en la nave. El problema ha estado básicamente en el hecho de que las fuentes literarias, que mencionan el trirreme innumerables veces, no se detienen a describir cómo era, ya que para ellos un trirreme era algo muy familiar, y conocido por todos. Por si fuera poco, se ha demostrado también que no existe continuidad entre el arte de construir buques de guerra en la Antigüedad y en el de la Edad Moderna, que sí que tenemos bien documentado. Se ha debatido hasta la saciedad sobre cómo eran estos barcos: lo único que parecía estar fuera de discusión es que los remeros estaban agrupados en grupos de tres (trieres) a cada banda, pero no se sabía cómo estaban exactamente. ¿Habría una hilera única de remos con tres remeros por banco? ¿Dos hileras de remos con un banco superior con un sólo remero y otro inferior con dos? Las combinaciones posibles son prácticamente interminables, pero conociendo con exactitud las medidas de la nave y revisando la iconografía, junto con una nueva interpretación de los textos disponibles, se ha podido llegar a ciertas conclusiones. Se ha formulado una hipótesis que aboga por la existencia de tres filas de remeros en total, no de tres en ambos lados, y situadas en dos niveles, no en tres. La teoría ortodoxa afirma que un trirreme contaba con tres hileras superpuestas de remos por banda, con los bancos dispuestos de forma escalonada.
Esta disposición, con remos individuales, permite que los remos no sean excesivamente largos, y evita que los remeros se estorben el movimiento entre ellos, del mismo modo que hace posible retraer los remos hacia el interior del casco en caso de abordaje. Los talamitas y zigitas están en el interior del casco, mientras que los tranitas se sientan en el saledizo de la cubierta superior. Al estar en la posición más elevada, éstos son los que más esfuerzo realizan, puesto que al entrar el remo en el agua con un ángulo más vertical, el brazo de palanca requiere que se aplique más fuerza. Del mismo modo, los tranitas controlan que el ritmo y el ángulo de entrada de los remos de los talamitas y zigitas sea el adecuado: esto es posible porque los tranitas son los únicos que tienen vista hacia el exterior.
Un trirreme se movía a fuerza de brazos sólo cuando se entraba en combate. El resto del tiempo se navegaba a vela. A tal efecto existían uno o, en ocasiones, dos mástiles, el más pequeño el de trinquete, desplazados hacia proa y algo inclinados hacia delante. Las velas eran cuadradas, del tipo tradicional, y se arriaban y guardaban al entrar en combate. La nave se gobernaba mediante dos espaldillas, remos de mayor tamaño que los normales, que se colocaban uno a cada lado en el castillo de popa: asimismo era posible encarar la nave mediante los remos, invirtiendo el sentido de la marcha con los remeros de un costado, de forma que la nave giraba sobre sí misma. Por supuesto, también se podía navegar ciando, es decir, marcha atrás. La capacidad de maniobra de un trirreme era realmente impresionante, capaz de dar un giro de 180º en un recorrido equivalente a dos veces la eslora, y se hacía especial énfasis en el adiestramiento de los remeros para aprovecharla.
La condición de los remeros a bordo:
En vista de la separación longitudinal entre el hombre y la altura sobre el agua del navío (unos 2,15 m), espacio en el que tenían que tomar sitio tres niveles de remeros sobre sus bancos, el trirreme era exiguo y particularmente incómodo durante una travesía de «un día largo navegando a remo», unas 16 horas. Aristófanes hace decir sobre este asunto a Dioniso, uno de los personajes: «¡Quién, por Apolo!, puede reventar la nariz a los talamitas,
jorobar a los camaradas de escudilla […]».
Cuando la mar era gruesa, debido a que los dos niveles superiores estaban expuestos al viento como las portas de los talamitas, dispuestas cerca de la superficie, las olas que golpeaban los flancos del barco mojaban a los marinos y penetraban en el interior, donde se acumulaban en la sentina, en el fondo de la cala, y el barco se volvía pesado.
Se atribuye al general ateniense Cabrias el descubrimiento de la solución para remediar estos problemas:
Cabrias extendió pieles sin curtir contra las embestidas de las olas sobre uno y otro costado de la proa y, clavándolas firmemente en lo alto del puente, las recogía como parapeto para la proa. Esto impedía que le cayese agua a la nave mientras avanzaba y que los marineros fuesen empapados por las olas, ya al no ver las olas que se les echaban encima, gracias a la protección del parapeto, el miedo no les hacía levantarse, y con ello evitó que zozobrase la nave.
Polieno, Estratagemas III.11.13
En la marina ateniense, los trirremes estaban clasificados por categorías, según su estado de mantenimiento y su antigüedad. Otra distinción establecía si el triere era “aphracto” o “cataphracto”. Empleando un sistema móvil, los trirremes podían ser equipados con paneles fijos y rígidos ofreciendo una protección mejor contra los embates del mar y las saetas enemigas, eran llamadas cataphractas, por contraposición a la galeras aphractas que no tenían estas protecciones. Protección que por lo general consistía en una especie de carpa de lona o de cuero que protegía a los tranitas del ataque con flechas o jabalinas. En la Batalla de Egospótamos (405 a. C.), «Lisandro, al rayar el alba dio la orden de subir a las naves después de desayunar, tomó todas las disposiciones para un combate, extendiendo incluso las protecciones para flechas»
Los adjetivos afracto y catafracto tiene una segunda acepción —φραχτος— derivada derivada de φράττεσθαι (ναῦν) «manipular un navío», por ejemplo realzando la regala con esterillas de mimbre, de junco, etc. El trirreme provisto de falcas volantes era denominado πεφραγμένη ναῦς. Llegó el día en que los trirremes llevaron estas protecciones permanentemente. Se cerraba definitivamente el espacio que separaba el borde exterior del apostis del puente de combate con las falcas fijas (paneles de madera o tablazones suplementarios que tapaban las aberturas). Tales trieres eran apelados χατάραχτοι con «falcas fijas» (o permanentes). En el caso contrario eran ἆφραχτοι «sin falcas». El trirreme del relieve Lenormant es afracto puesto que los remeros tranitas son visibles.
Aparte del diseño básico existían una serie de variantes, que habitualmente procedían de la transformación de las naves más viejas: buques de transporte rápido para llevar caballos y soldados, en los que se suprimían los bancos de talamitas y zigitas para dejar espacio para la carga.
En el resto de las marinas griegas, el diseño de los trirremes presentaba algunas variantes. Los peloponesios confiaban en la mayor calidad de sus infantes de marina, por lo que incorporaban en su dotación un número mayor de éstos e intentaban combatir al abordaje. Por eso mismo sus trirremes eran de construcción más sólida, más pesados y lentos, para resistir la embestida del trirreme enemigo como paso previo al combate cuerpo a cuerpo.
Información obtenida de la Wikipedia