“Soy defensora de mi dueño y señor”. Toda una declaración de intenciones, para no dar lugar a equívocos. Vamos, que su dueño la compró pensando más en su defensa que para cortar longaniza. Y es que en la España decimonónica no corrían buenos tiempos para la lírica.
Y en la otra cara el nombre del propietario, “Abelino Juarez”.
Pues bien, la navaja de Don Abelino apareció en un mercadillo completamente carcomida por los xilófagos, que además de la madera también gustan del cuerno. Así que tomad nota y vigilad vuestros armarios de vez en cuando.
Juan Carlos Quintana se encargó de restaurarla, juzgad vosotros sobre el resultado. A mi me parece un trabajo notable y pura marquetería. Se trataba de realizar una restauración respetuosa. Esto es: saneándola, limpiándola y parcheando; pero en la medida de lo posible, tratando de conservar sus materiales originales, estructura y geometría.
Aquí lo someto al superior conocimiento de mi amigo Alberto. Como todos sabemos Ulhdez es un notable profesional de la restauración y espero su dictamen al respecto.
Y ahora viene una parte peliaguda ¿Santa Cruz de Mudela o Albacete?, ¿finales del XIX o comienzos del XX? Honradamente no creo que podamos saberlo y no me parece serio afirmar taxativamente algo al respecto. En este sentido, estoy muy harto de ver como en ocasiones algún coleccionista o arrimado, bien por poner en valor sus piezas, bien por sentar cátedra o simplemente por falta de escrúpulos y exceso de osadía, se inventan adscripciones o autorías. Así que yo lo dejo así: “navaja española”. Pero en cualquier caso, recibiré con interés y humildad cualquier opinión siempre que esté fundada.
Espero que os guste.