JEFUERZAXXIX escribió:
Querido amigo Juan, maestro:
Muchas gracias por este estupendo post sobre una también estupenda navaja francesa, así como por toda la información que nos da sobre esta tipología.
Se la ve buena y sólida, hecha para los trabajos del campo, aunque con un posible uso "marinero" gracias a ese punzón que serviría de ayuda para desanudar maromas, aunque como bien dices también podría estar en los bolsillos o las manos de un caballero.
¡Qué la disfrutes! Un fuerte abrazo.
Félix
Muchas gracias a tì Fèlix por tu presencia y comentarios!! Me alegra que te haya gustado y comparto contigo que tiene un aire de navaja marinera por el formato de la hoja y el punzòn.
Aprovecho para continuar con el cuento de Maupassant:
En ese caso, si me lo permite, le voy a ofrecer la protección de mi paraguas, señor cura, yo voy al Consejo de Estado, soy Consejero de Estado.
El viejo cura levantó la nariz y miró a su interlocutor, después dijo:
- Se lo agradezco mucho señor, y acepto.
Entonces el señor Marín lo tomó por el brazo y salió junto a él. Le dirigía, le vigilaba, le aconsejaba:
- Cuidado con esa gotera, señor cura. Y preocúpese de las ruedas de los carruajes. A veces lo salpican a uno de pies a cabeza. Cuidado con los paraguas de la gente que pasa. No hay nada más peligroso que las puntas de las varillas. Las mujeres sobre todo son insoportables con las puntas de sus sombrillas y paraguas.
El cura no contestaba, andaba un poco curvado, mirando cuidadosamente donde ponía los pies, para no ensuciar sus zapatos ni su sotana.
El señor Marín prosiguió:
- Usted viene a París para distraerse un poco, supongo.
El cura respondió:
- No, ….es un asunto…..
- Un asunto importante?. Me atreveré a preguntarle de que se trata?. Si puedo serle útil, estoy a su disposición.
El cura parecía turbado. Murmuró:
- Es un asuntillo personal. Una pequeña dificultad con….con mi obispo….Cosa que no le interesa a usted. Es un….un asunto de orden interno…..de…..de….materia eclesiástica.
El señor Marín se apresuró a decir:
- Pero el Consejo de Estado es el que arregla esos asuntos. En ese caso, sírvase de mí…
- Sí, señor. Precisamente voy al Consejo de Estado. Es usted muy amable. Tengo que ver al señor Lepere y al señor Savon y también quizás, al señor Petitpas.
Marín detuvo su andar de pronto:
- Pero esos son mis amigos, señor cura, mis mejores amigos, excelentes colegas, gente muy simpática. Voy a recomendarle a los tres calurosamente. Cuente conmigo.
El cura dio las gracias, se confundió en excusas y balbuceó su gratitud.
El señor Marín estaba encantado.
- Ah, puede usted alegrarse de haber tenido una estupenda suerte señor cura!, usted va a ver que gracias a mí su asunto irá sobre ruedas.
Legaban al Consejo de Estado. Marín hizo subir al cura hasta su despacho, le ofreció un asiento, lo instaló frente a la chimenea y luego, sentándose a su escritorio, se puso a escribir:
- “Querido colega, permítame que le recomiende del modo más caluroso a un venerable eclesiástico de los más dignos y meritorios, el reverendo….”
Se interrumpió y preguntó:
- Su nombre, por favor?
- Ceinture.
Marín continuó escribiendo:
- “…presbítero Ceinture, que necesita de los buenos oficios de usted para un asunto del que le hablará él mismo. Me congratulo de esta circunstancia que me permite, querido colega…”
Y terminó con los cumplidos habituales.
Cuando hubo escrito las tres cartas, las entregó a su protegido, que se fue después de manifestarle de nuevo su gratitud.
Cumplido su trabajo, el señor Marín volvió a su casa, pasó la jornada tranquilamente, durmió en paz, despertó encantado y se hizo traer los periódicos.
El primero que abrió era un diario radical, leyó:
- Nuestro clero y nuestros funcionarios
- “Nunca terminaremos de enumerar los peligros del clero. Cierto cura, llamado Ceinture, convicto de haber conspirado contra el gobierno, acusado de actos indignos, que no tenemos que señalar, sospechoso además de ser un viejo jesuita disfrazado de simple cura secular, amonestado por un obispo por asuntos que al parecer son inconfesables y llamado a París para dar explicaciones de su conducta, ha encontrado un ardiente defensor en Marín, consejero de Estado, que no vacila en dar a este malhechor con sotana cartas de recomendación insistentes para todos los funcionarios republicanos, sus colegas….”
- “Señalamos la actitud incalificable de este funcionario y llamamos la atención del Ministro…”
El señor Marín se levantó de un salto, se vistió y corrió a casa de su colega, el señor de Petitpas, que le dijo:
- Vamos hombre, usted está loco. Recomendarme a un viejo conspirador…!!
Marìn, azorado, tartamudeò:
- Nada de eso … usted verà … me ha engañado … me ha tomado el pelo … se ha burlado indignamente de mì. Le ruego que lo haga condenar severamente. Voy a escribir. Dìgame que hay que escribir para que lo condenen. Voy a ver al fiscal y al Arzobispo de Parìs, sì, al arzobispo …
Y sentándose bruscamente a la mesa del señor Petitpas, escribió:
- “Monseñor, tengo el honor de poner en conocimiento de vuestra señorìa que acabo de ser vìctima de las intrigas y mentiras de un tal abate Ceinture, que ha sorprendido mi buena fè.
- “Engañado por las manifestaciones de este eclesiástico, he podido …....………...........
- ………………………………………………………………………………………………………………………………..
Luego, cuando hubo firmado y cerrado su carta, se volvió hacia el señor de Petitpas y le dijo:
- Vea usted querido colega, que esto le sirva de ejemplo. No recomiende nunca a nadie.
Fin
Un gran abrazo!!
Una vista de la villa de Charolles - origen de la tipologìa - donde se aprecian los torreones del castillo