Se trata en este caso de una navaja regional tradicional italiana que tengo hace muchos años guardada porque no había logrado identificar bien su historia, hasta que hace poco descubrì que estaba relacionada con una ley italiana de 1908. De paso también sacudimos un poco la modorra del foro.
Encontrada en el rastro montevideano de Tristàn Narvaja de manos de un viejo vendedor callejero (lamentablemente ya fallecido) al cual ya le había comprado varias piezas y un domingo vi que me hacìa señas desde lejos para que me acercara, y me decía - tengo una pieza para usted - . La navaja estaba muy oxidada, pero se vino conmigo.
Y aquí va el detalle:
Sencilla pero contundente navaja de una hoja, largo cerrada 128 mm sin incluir la anilla, con cachas de madera y bolsters de acero al carbono. La hoja de acero al carbono mide 100 mm de largo (de acuerdo con el Decreto-Ley Giolitti de 1908), tiene un espesor de 2 mm y lleva en el recazo estampado “Napoli”, no sè si haciendo referencia al nombre del artesano fabricante o el lugar, o sea la ciudad de Nàpoles.
Muelle, separadores, pines y anilla, todos en acero al carbono.
Habida cuenta de los materiales constitutivos, madera y acero al carbono y además que la ley Giolitti entrò en vigor en 1908, estimo que debe corresponder al período entre 1908 y 1940 con el ingreso de Italia en la 2da. G.M.
Van las fotos
LA MOZZETTA “GIOLITTI”, LA NAVAJA ITALIANA LEGALMENTE PERMITIDA
El rasgo distintivo de esta navaja regional es su hoja de punta cortada o "mozza", de acuerdo con la ley de 1908 promulgada por el estadista italiano Giovanni Giolitti, que condicionaba el derecho a llevar un cuchillo en el bolsillo a la existencia de una razón legítima y sostenible. Esta ley también establecía un límite de no más de cuatro centímetros para la longitud de la hoja de los cuchillos con hoja puntiaguda. El límite se amplió a diez centímetros para los cuchillos de punta cortada y esta fue la razón de la enorme difusión de estos cuchillos en aquellos años desde que fueron clasificados como "legales".
Hugando en los archivos italianos pude encontrar la susodicha ley Giolitti
Ley Giolitti
VITTORIO EMANUELE III
per grazia di Dio e per volontà della Nazione
RE D'ITALIA
Visto l'art. 19 della legge 30 giugno 1889, n. 6144 (serie 3ª), sulla pubblica sicurezza;
Visto l'art. 6 della legge 2 luglio 1908, n. 319, sulle lesioni commesse con armi e sulle contravvenzioni per porto d'armi;
Visto l'art. 23 del regolamento per l'esecuzione della legge sulla pubblica sicurezza, approvato con R. decreto 8 novembre 1889, n. 6517 (serie 3ª);
Visto il parere del Consiglio di Stato in data del 22 ottobre 1908;
Sentito il Consiglio dei ministri;
Sulla proposta del Nostro ministro segretario di Stato per gli affari dell'interno, presidente del Consiglio dei ministri;
Abbiamo decretato e decretiamo:
L'art. 23 del regolamento approvato con R. decreto 8 novembre 1889, n. 6517 (serie 3ª), per l'esecuzione della legge sulla pubblica sicurezza è abrogato ed è sostituito dal seguente:
«Sono tra gli strumenti da punta o da taglio atti ad offendere, di cui è parola nell'art. 19 della legge: i coltelli o le forbici acuminati o con apice tagliente con lama eccedente in lunghezza i quattro centimetri; i coltelli o le forbici non acuminati o con apice non tagliente con lama eccedente in lunghezza i dieci centimetri; le roncole, i roncoli, i ronchetti, i ronconi, i rasoi, i punteruoli, i trincetti, le lesine, le scuri, i potajuoli, i compassi, i chiodi, le noccoliere (boxes) e simili».
Ordiniamo che il presente decreto, munito del sigillo dello Stato, sia inserto nella raccolta ufficiale delle leggi e dei decreti del Regno d'Italia, mandando a chiunque spetti di osservarlo e di farlo osservare.
Dato a San Rossore, addì 8 novembre 1908.
VITTORIO EMANUELE.
Giolitti.
Visto, Il guardasigilli: Orlando.
Algo sobre Giovanni Giolitti:
Giolitti gobernó en octubre 1903-marzo 1905, mayo 1906-diciembre 1909 y marzo 1911-marzo 1914; dio, así, a la política italiana una estabilidad sólo comparable a la británica, que coincidió con, y en parte propició, el "primer milagro económico" italiano -electrificación, metalurgia, química, automóviles, industria de la seda- que se mencionó con anterioridad. Giolitti recompuso el consenso liberal por medio de una política de neutralidad del Estado en los conflictos sociales, y de integración y atracción de los partidos o fuerzas sociales marginales al sistema (a pesar de lo cual Italia conocería, como se recordará, grandes huelgas sobre todo, en 1911-14). En el caso socialista, Giolitti supo sintonizar con el pragmatismo democrático y reformista de Turati, que llevó al PSI hacia la acción electoral y parlamentaria con éxito creciente (28 diputados en 1904, 41 en 1909, 79 en 1913); la contrapartida fue de una parte, una política fiscal más progresiva, con nuevos impuestos, por ejemplo, sobre la herencia y sobre la renta, y de otra, la introducción de leyes sociales como el descanso semanal, el fondo de maternidad y otras, además de que la neutralidad del Estado en huelgas y conflictos favoreció las posibilidades de negociación laboral de los trabajadores. Respecto a la Iglesia y los católicos, Giolitti buscó algún tipo de acomodación que pusiera fin a aquella paradoja que suponía la inexistencia de relaciones entre el Vaticano y la Monarquía de uno de los países más católicos del mundo (cuestión que no se resolvió hasta 1929), pero sin alterar por ello la política de "Iglesia libre en el Estado libre" que regía desde la unificación en 1870.
Giolitti hizo concesiones en cuestiones como el divorcio, la educación religiosa en las escuelas públicas, nombramiento de obispos, indemnizaciones debidas a la Santa Sede y protección de establecimientos católicos en el extranjero; y respetó escrupulosamente las decisiones -como se recordará, condenatorias- de la jerarquía eclesiástica respecto a la naciente democracia cristiana y al modernismo teológico. Giolitti logró así el apoyo de los elementos más conservadores del catolicismo italiano, apoyo explícito y decisivo en las elecciones de 1904 y 1913. Pero todo aquel amplio movimiento católico social de cooperativas, círculos obreros y universitarios, prensa y bancos rurales surgido en la década de 1890 por la Obra de los Congresos -que en 1919 confluiría en el Partido Popular de Luigi Sturzo- permaneció al margen, en detrimento de la base social de la Monarquía liberal. Por supuesto, Giolitti no resolvió los problemas de Italia. La relativa prosperidad y aquel primer despegue industrial del país siguieron apoyándose en un proteccionismo industrial excesivo. Hasta cierto punto, además, acentuaron los desequilibrios regionales del país: la emigración continuaba siendo la única salida al subdesarrollo y atraso del Mezzogiorno, como denunciaron reiteradamente meridionalistas como Fortunato, Saverio Nitti, Salvemini, Arturo Labriola y otros. El reconocimiento del derecho de huelga no supuso el fin de las actuaciones violentas de las fuerzas de orden público en conflictos y disturbios sociales.
Giolitti siguió recurriendo al clientelismo y a la corrupción electoral para asegurarse las mayorías parlamentarias que necesitaba para gobernar. Bajo su mandato, las elecciones fueron particularmente fraudulentas en el Sur: en 1909, Salvemini, el historiador y militante socialista, le calificó como el "ministro de la delincuencia", calificativo de gran efecto que dañaría sensiblemente su imagen pública. La modernización de Italia había avanzado sensiblemente desde 1900. Pero el mismo desarrollo del país socavó los cimientos del "giolittismo". Los problemas pendientes -Trento, Trieste- y la debilidad internacional de Italia, puesta de relieve en la derrota de 1896, habían provocado, como vimos, la aparición de un nuevo nacionalismo populista y antiliberal; el catolicismo social permanecía sin integrarse en el sistema; el sindicalismo revolucionario y la izquierda del PSI suponían una permanente amenaza al equilibrio "giolittiano". Giolitti quiso hacer frente a todo ello relanzando, de una parte, la acción exterior de Italia y ensanchando, de otra, las bases sociales del sistema político. Así, el 29 de septiembre de 1911, a fin de afirmar sus posiciones en el norte de África y en el Mediterráneo ante la tensión franco-alemana suscitada por la segunda crisis marroquí -que estalló tras el envío el 1 de julio de aquel año del cañonero alemán Panther a Agadir-, Italia declaró la guerra a Turquía, invadió Libia, donde envió un ejército de 70.000 hombres y, en mayo de 1912, ocupó un total de trece islas turcas en el Egeo: el 8 de octubre, Turquía le cedió Libia. La guerra tuvo un primer efecto político: el gobierno Giolitti introdujo en ese mismo año el sufragio universal masculino para mayores de 21 años (o de 30, en el caso de los analfabetos). Precisamente entonces, y contra lo que el mismo Giolitti había esperado, la situación se volvió contra el propio orden "giolittiano". La guerra fue un gran triunfo del nacionalismo (no de la Monarquía), que supo capitalizar en las calles y en la prensa el entusiasmo popular suscitado por los éxitos militares italianos. Las elecciones de 1913, las primeras celebradas con sufragio universal, pusieron de relieve el papel decisivo del voto católico, y que el liberalismo italiano no era un movimiento de masas. Fueron elegidos 29 candidatos con esa denominación de "católicos", y unos 229 diputados liberales (de un total de 318 elegidos) debieron su escaño a acuerdos con las organizaciones y los dirigentes católicos. En julio de 1912, además, la "corriente revolucionaria" dirigida por Lazzari y Mussolini se hizo, como se indicó, con la dirección del PSI: los años 1912-14 vieron un grave deterioro del orden social, hasta culminar en la "semana roja" de junio de 1914. Giolitti, que en el mes de marzo había cedido la jefatura del gobierno al conservador Antonio Salandra, seguía teniendo mayoría en el Parlamento.
Italia tenía problemas graves, o muy graves, pero no insolubles: la misma semana roja, que las autoridades controlaron con relativa facilidad, fue en realidad un jarro de agua fría para las expectativas revolucionarias de los extremistas: no creo -diría el líder maximalista del PSI, Serrati- "que la situación en Italia permitiese pensar seriamente en la revolución". Incluso estaban cristalizando las condiciones sociales y económicas que podían teóricamente dar estabilidad a un régimen liberal moderno. El problema fue el que señaló Benedetto Croce, el filósofo más importante del país: que el liberalismo hacia 1914 era un sistema, un régimen, y había dejado de ser un ideal, una emoción.
Una "mozzetta" de fabricaciòn actual
Algunos ejemplares de època llevaban la inscripciòn "Permiso de la ley"
Espero que les haya gustado,
Un saludo