Un machete y una brújula eran los dos elementos imprescindibles para sobrevivir en la selva en una época –hasta no hace tanto-, donde no existían los teléfonos móviles, los satélites de comunicaciones y donde extensas zonas todavía no estaban cartografiadas.
Teniente coronel P. H. Fawcett
Theodor Koch-Grünberg
Exploradores, aventureros, cazadores, arqueólogos, antropólogos, etnólogos, comerciantes y busca vidas: Manuel Iradier, Richard Francis Burton, Henry Stanley, Sylvanus Morley, Dionisio Martínez Sanz, Percy Harrison Fawcett, Gustav Hermann Nachtigal, Theodor Koch-Grünberg, Michael Heckenberger o Orlando Villas Boas por citar sólo algunos aventureros del XIX y XX; fiaron su vida a un buen machete. Está documentado como el teniente coronel Percy Harrison Fawcett en la preparación de su última y malograda expedición de 1925 (desapareció en el Mato Grosso junto con su hijo mayor Jack Fawcett y el mejor amigo de este Raleigh Rimell), lo primero que hizo fue encargar en una afamada cuchillería de Sheffield tres grandes machetes. Cualquier parte del mundo de cerrada vegetación, manglares o selvas son el territorio del machete. Así la Cuenca Amazónica, El Caribe, Asía o África han oído el canto del machete. Pero su uso no sólo estaba circunscrito a la aventura, quizá sea en el ámbito del trabajo en el campo de determinadas regiones donde más ampliamente todavía se utiliza.
Su manejo requiere de una cierta técnica – conviene no darte en una pierna o herir algún compañero-. Así que a pesar de que en nuestro país no dejar de ser una excentricidad, no he podido resistirme a un cierto trabajo de campo y lo he utilizado en diferentes ocasiones en la Sierra del Guadarrama – uno más ligero-, para abrir las antiguas trochas -ahora cerradas por espinos y piornos-, de cuando se subía el ganado a los pastos de montaña en verano. El guante es imprescindible si no quieres desollarte las manos, y os aseguro después de unos pocos kilómetros tienes el hombro dislocado. No se como será utilizarlo en un manglar o entre lianas, pero sólo pensarlo se me ponen los pelos como escarpias. Si además te imaginas los mosquitos, las flechas envenenadas, las serpientes y que falta la cerveza fría; el panorama no puede ser más descorazonador.
Pero después de esta sucinta puesta en situación veamos estas dos piezas de la antigua AITOR. Se trata de los dos modelos más lujosos que realizó la marca para esta tipología de cuchillo –también se realizaron en palisandro y micarta de algodón negra-. Para mi el más importante es el V CENTENARIO (1492-1992); modelo conmemorativo del descubrimiento de América – aunque los noruegos no están de acuerdo con esta efemérides y su descubrimiento se lo atribuyen a Erick el Rojo. Siempre tiene que haber alguien que de la nota-. Sus dimensiones son: hoja de 352 mm y 2,5 de grueso y largo total de 498 mm. La empuñadura está realizada en madera de palisandro y lleva cordón fiador en piel.
Aquí hay que destacar la belleza de sus grabados. En una cara lleva las tres carabelas y el antiguo escudo de España (Águila de San Juan o de los Reyes Católicos), y en la otra cara los escudos de diferentes repúblicas americanas que tuvieron una vinculación con España. Aquí tengo que decir que siempre eché en falta otro bolomachete con los escudos de antiguas posesiones de España en África, Asia y Oceanía (Filipinas, Islas Marshall, Marianas, Carolinas, Guinea ecuatorial, etc.) Seguro que de no haber fallecido en tan desgraciado accidente Pedro María Izaguirre hubiera sacado esta pieza.
La funda de excelente calidad fue fabricada por LEISMANN en Madrid, y lleva un curioso pájaro de inspiración mesoaméricana grabado en la misma.
La otra pieza es el bolomachete de ciervo sámbar –que en aquellos años simplemente le denominaban como ciervo-, hoy día especie protegida, de la que tengo entendido que ya hace falta CITES. La funda también de LEISMANN y de excelente calidad, tiene un diseño diferente a la anterior (flecos más largos, abrazadera del mango, etc.)
Parece que en la quiebra de casa LEISMANN guardó relación la complicada situación económica en la que se sumió AITOR tras el fallecimiento de P. M. Izaguirre; aunque quizá esto sólo sea una simplificación y lo más seguro es que las causas fueran diversas.
En fin, piezas de una gran calidad que siempre nos agrada ver a los muy cafeteros de la buena cuchillería.
Un abrazo para todos.