Comienza a despuntar el verano tras un invierno como Dios manda y una primavera casi invernal. Han sido muchos meses de frio, agua y nieve; en los que hemos estado instalados en una serena indolencia, salvo en aquellas jornadas cinegéticas en que se ha podido salir.
El campo está espectacular. Es el momento de dar aceite de camelia a las piezas que vamos a guardar y aceite de pata de buey a sus fundas. También el de sacar el material del verano. Criollos para barbacoas, cuchillos para el río y churruscadas con los amigotes, y por su puesto el machete para abrirnos paso entre brañas, zarzones y espinos.
Esto del machete tengo que reconocerlo, me pone un montón. Decía un periodista que curiosamente machete y machote tienen una sonoridad muy parecida en castellano. Y es que con un buen machete en la mano estamos preparados para enfrentarnos a los adoradores de la diosa khali, de dar con esa cabaña secreta donde sabemos a ciencia cierta que se reúnen los seguidores de Aleister Crowley y de cualquier cosa que se nos ponga por delante.
Desde luego con un cuchillo tan icónico como el machete, debemos cuidar nuestro vestuario. En este sentido no puedo estar más en desacuerdo con todos aquellos practicantes de supervivencia que vemos en youtube ataviados con pantalón de chándal y estridentes camisetas. ¿Os parecería bonito ver al director de la Filarmónica de Viena en el Concierto de Año Nuevo en vaqueros? La respuesta es, no. Pero esto es un asunto que trataremos en otro apartado. Sólo diré que el guante de trabajo es absolutamente necesario para operar con el mismo.
Pues bien, aquí tenéis mi machete de faena. Se trata de un Andujar de 43,5 cm. con una hoja de 30 cm. de largo y aproximadamente 2 mm de grosor. Es de un inox con un sonido muy característico al cortar ramajes. La empuñadura está realizada en micarta y lleva una correcta funda en piel.
En fin, como podéis apreciar una herramienta sencilla, pero que os aseguro cumple muy bien su misión.