Armas Blancas en Cuba.
Machete para Infantería de Cuba modelo 1892.
Machete utilizado en Cuba (Empuñadura de asta).
Espada sable del capitán de Caballería Francisco Alfau.
Vamos a ver más en detalle un magnífico ejemplar del machete para Infantería de Cuba modelo 1892
Y el cuchillo bayoneta modelo 1893 para fusil Mauser español del general de división Joaquín Vara de Rey y Rubio.
El general de división
Joaquín Vara de Rey y Rubio. Laureado de San Fernando y héroe de El Caney. El Caney era una pequeña posición defensiva apoyada sobre el fortín del Viso, sin artillería ni ametralladoras, con una guarnición de unos 550 hombres a su mando.
Fue uno de nuestros Héroes, con mayúsculas, en Cuba.
El general estadounidense Shafter envió, tras el desembarco en la isla, al 5º Cuerpo de Ejército contra Santiago de Cuba, el 1 de julio de 1898 (unos 18.000 hombres). La toma de El Caney se la encomendó al a la 2ª división del general Henry Lawton, 6.899 hombres apoyados por una batería de Artillería.
Los norteamericanos creyeron que los españoles huirían ante su aplastante superioridad numérica, no contaban con la resistencia de los españoles armados con sus Mauser y la voluntad de resistir de Vara de Rey que, impasible, se paseaba por las trincheras animando a sus hombres.
Tras varias heridas recibidas en combate, continuó haciéndolo, hasta que atacados a tiros por tropas de los insurrectos, tanto el postrado general como sus camilleros, fue ejecutado en su camilla.
Después de tomar el Viso, tras reiterados y reiterados impactos de artillería y nuevos y feroces asaltos, la artillería se situó en el Viso para poder batir las casas del pueblo y las trincheras. Al ver que la resistencia era inútil y los pocos hombres que quedaban, 84 de los 550, los heroicos defensores se retiraron ordenadamente hacia Santiago mandados por el teniente coronel Puñet.
En esta misma batalla murieron también su hermano, el capitán de infantería Antonio Vara de Rey y su sobrino, el segundo teniente Alfredo Vara de Rey.
El general Vara de Rey recibió la Cruz Laureada de san Fernando, a título póstumo, por parte de España.
En reconocimiento de ese mismo valor, el ejército estadounidense enterró al general Vara de Rey con todos los honores, pasando a engrosar la lista de hombres y acciones que darían, primero entre los militares norteamericanos y posteriormente entre su población, una imagen heroica del “soldado español”.
En la actualidad y desde 1903, año en que fue inaugurado con la presencia del Rey Alfonso XIII, cuenta con un Monumento en Ibiza y, desde 1941, con una plaza en Madrid.
Como hemos visto, la presencia de los machetes tanto entre las tropas españolas como insurrectas era muy común, por ser muy necesarios, entre otras cosas, para abrirse paso a través de la maleza, también hemos visto la importancia en esta guerra de los fortines y blocaos (blokhaus).
Trochas y líneas fortificadas.
Una trocha es una vereda de atajo o un camino abierto en la maleza.
El sistema defensivo de trochas consistía en zonas anchas sin maleza, aprovechando las vías de comunicación entre poblados.
Esta defensa fija, contaba con fortines, otros dispositivos comunicados entre sí, y torres de observación tras barreras intermedias de detención.
Este sistema se complementaba con tropas móviles a vanguardia y retaguardia, el telégrafo eléctrico y un tendido de tranvía o ferrocarril cuyos coches-fuerte aseguraban la movilidad en la defensa, la vigilancia, y también la acumulación de fuerzas para el ataque.
En 1896 Weyler (capitán general de Cuba Valeriano Weyler desde febrero de 1896) dispuso, en la trocha principal de Júcaro a Morón, construida en la Guerra Larga (1868-1878), el siguiente despliegue:
Una torre o fortín cada kilómetro con 8 soldados y un cabo.
Un blocao cerrado, con parapeto, cuatro soldados.
Entre fortín y el blocao 6 escuchas, con cuatro soldados cada una, con parapeto y cubierta de zinc.
Un cuartel cada 5 kilómetros para la cabecera de compañía que cubría el trayecto.
Cuarteles para las cabeceras de batallón cada 15,13 y 35 kilómetros.
En los lugares débiles de la trocha ordenó el tendido de alambradas de púas.
Vamos a ver la maqueta de un fortín de trocha, similar a los que se edificaron en la trocha del Sicario, en el último término del siglo XIX.
No quiero terminar el apartado dedicado a Cuba y sus armas blancas sin hacer una referencia a
la vida allí de nuestros soldados. Nadie mejor para hablar de ello que mi compañero José Manuel Guerrero Acosta (militar e historiador): “Cuba 1898. Vestuario, equipo y vida del soldado”. Militaria. Revista de Cultura Militar, nº 13, 1999, páginas 121-132.
En el 98, la Ley de Reclutamiento de 1885 (modificada parcialmente en 1896) establecía 3 años de servicio militar. Seguía vigente el sistema de “sustitución” y “redención en metálico” (2.000 pesetas), solo para Ultramar, y las corruptelas para evitar el servicio fueron denunciadas por voces civiles y también militares. De los militares destinados a Cuba, sólo regresaban la mitad, debido mayoritariamente a las enfermedades tropicales y sobre todo a la fiebre amarilla.
La alimentación del soldado fue un problema por la movilidad de las tropas españolas y mambisas, y luego el bloqueo marítimo. El rancho común: arroz, tocino rancio, yuca y café. Si consumía fruta tropical para saciar el hambre, sufría entonces agudas diarreas.
El juego y el alcohol (ron de caña) acompañaron a oficiales y soldados de aquel jército de miles de hombres endurecidos por años de guerra en condiciones adversas, insuficiencias alimentarias y sanitarias, atrasos de pagas y equipados con grandes deficiencias.
La capitulación y entrega de la isla fue un terrible golpe moral para aquellos hombres que, pese a las circunstancias, cumplieron con su deber.
“No importa”
El recordar las penalidades y esfuerzos de nuestros militares en Cuba me trae a la memoria la escultura “No importa”, de Julio Gonzalez-Porta, cuyo original está en el Centro Cultural de los Ejércitos de Madrid. Rinde en ella homenaje al soldado español, que ha de cumplir su misión sea cual fuere sin escatimar esfuerzo alguno y dando incluso su vida como dictan las Reales Ordenanzas Militares.
El soldado participará en misiones de paz en donde haya conflictos armados, en labores de reconstrucción en zonas devastadas por la guerra o los desastres naturales, defendiendo la Patria y acudiendo allí donde se le ordene por ser necesario. Por todo ello podrá recibir recompensas y aplausos como también el rechazo, el reconocimiento o anonimato, la gratitud o la incomprensión, la alegría o el dolor, satisfacciones, sacrificios e incluso poner en riesgo su vida. Pero como reza en el basamento de la escultura. “No importa”. Le basta con la satisfacción del deber cumplido.
Boceto de la escultura “No importa”. Julio Gonzalez-Pola y García.
Espero que les haya resultado interesante, en breve continuaré con las armas filipinas exhibidas en esta exposición temporal.
Muchas gracias por haberme acompañado hasta el final.
Un atento saludo a todos.
Félix