La Cabaña Real de Carreteros consiguió el fin de semana pasado una magnífica demostración de cómo extraer la pez, poniendo punto y final de este modo a las primeras Jornadas de Silvicultura Naval que se han desarrollado en Quintanar de la Sierra durante todo el fin de semana.
Unos 200 kilos aproximadamente de este ‘tesoro negro’, -una especie de alquitrán adquirida de quemar a lo largo de varios días seguidos las teas de los pinos-, se consiguieron extraer del conocido como ‘Horno de Mataca’, tras el arduo trabajo llevado a cabo por el equipo de carreteros, encabezado por Jacinto Aparicio y bajo la supervisión de algunos veteranos pezgueros ,alguno con sus 90 años, y que sigue haciendo tea y pez, y del que muchos han aprendido este oficio ahora ya casi olvidado de no ser por el empeño de los carreteros en mantener viva la memoria de este pueblo serrano.
Y es que la pez fue muy importante en el pasado para el pueblo de Quintanar de la Sierra y desde la Cabaña Real de Carreteros se han llevado a cabo trabajos de investigación y gestión documental sobre la utilización del monte quintanaro en el siglo XVIII por la Real Armada en la obtención de madera y pez para navíos.
En el aspecto silvícola, la gestión de la Armada fue muy importante ya que «excavando raíces y tocones para los hornos de pez, acabando con las roturaciones de los montes, obligando a los concejos a tener sus propios viveros y reforestando cinco plantas por pino apeado, renovó significativamente las masas forestales y proporcionó una gran fuente de empleo vecinal.
En el conteo que se hizo en 1969, en Quintanar había más de 300.000 árboles de la época de la Armada.
A continuación voy a poneros unas imágenes para que veáis lo laborioso del procedimiento.
Lo primero es conseguir en el monte las toconas, y acarrearlas hasta las cercanías del horno.
Las toconas hay que hacerlas astillas, para ello nos ayudarmos de hachitas, hachos, y cuñas de todo tipo; enmangadas, y sin enmangar.
Hay que ir varios hombres, bien comidos y con ganas de trabajar.
Parece que dice; " hay que rajarlo, metamos la cuña por aquí.."
y ahora, para trocearlo en astillas, con las hachos y mucho esfuerzo.
Con las astillas, vamos a ir llenando la primera triyuela, llamada cocedera. Antes de nada, hacemos una pequeña fogata dentro, tiene que estar caliente, a unos 60º. Luego, hacemos una solera con unas tablas con una caída hacia el encañe, por donde verterá la resina a la triyuela alquitranera.
y después, comenzamos a rellenar con nuestras astillas, o teas de modo algo inclinado y convergente hacia el centro.
poco a poco lo vamos llenando.
Hagamos una paradita, y echemos un trago.
Bueno amigos, pues ya está lleno. Sobre toda la tea buena, ahora pondremos los restos menudos que han sobrado.
Voy a poner una imagen para que os sea mas sencillo entender todo el proceso.
Ahora, el procedimiento, es taparlo, dejando una pequeña chimenea, que además, nos servirá para encenderlo.
Esta vez lo encienden varios profesionales del Centro de Salud de Quintanar de la Sierra, así lo ha decidido la Real Cabaña de Carreteros, como homenaje y agradecimiento a la gran profesionalidad con la que realizan su trabajo.
Ya está, parece que ha prendido bien.
Ahora arderá durante muchas horas, quizá dos, o incluso tres días.
La triyuela de al lado, llamada alquitranera, tiene que estar total y herméticamente cerrada, si hay un sólo resquicio, puede entrar en combustión. La cerramos bien con unas losas, y luego nos ayudamos con barro para lograrlo.
Pasadas muchas horas, quizá dos, o tres días, destapamos y miramos a ver como ha ido. Se mete un listón, para ver la calidad, y calcular también cuanto hay.
A continuación, y con la ayuda de un cazo, lo vamos pasando a la tercera triyuela, llamada "pezguera",
La materia resinosa o alquitrán que se ha obtenido tras la combustión contiene ácidos, alcoholes y otros componentes inflamables que los pezgueros proceden a quemar con el fin de purificar la sustancia resultante.
Esta operación resulta peligrosa pues el calor y la fuerza de las llamas dificultan la tarea de revolver el contenido de la triyuela con un palo largo llamado “horguinero”. (si os fijáis en la foto, podéis ver al sufrido pezguero entre el humo con el horniguero) La ebullición del alquitrán dura dos horas aproximadamente. Durante ese tiempo los artesanos no pueden descuidar la triyuela ni dejar pasar el punto exacto de la pez. Las catas sirven para conocer la evolución del proceso. El pezguero extrae una muestra y aplica los criterios heredados de sus mayores: el destello del trozo en el agua, mascarlo como un chicle sin que se pegue a los dientes y romperlo o troncharlo al estirar. Ahora, hay que ahogar el fuego, tapando la boca de la triyuela.
entonces, se pincha la triyuela desde la conducción que teníamos tapada en el fondo,con un palo, que ahora servirá para regular el flujo, la pez empieza a salir y llenar el recipiente que tenemos preparado, una artesa resistente, o mejor, un encofrado, con el fondo y las paredes bien recubiertas de barro.
El vaho que desprende el líquido tiene propiedades medicinales y los médicos recomendaban su inhalación a los enfermos de las vías respiratorias.
Este sitio tiene un techado para proteger la pez de las inclemencias del tiempo. En unos días, se habrá solidificado.
Dos días después hay que liberar la pez del recipiente que le ha dado forma. Lo primero que hay que hacer es quitar el barro que rodea los largueros y que ha cumplido perfectamente la misión de impedir cualquier posible fuga de líquido. El procedimiento para quitar los tablones consiste en rayar la pez siguiendo las líneas de los bordes interiores de la artesa.
La sustancia resinosa, al solidificarse, ha quedado pegada a la madera. Con unos golpes meticulosos y precisos del hacho, uno de los pezgueros recorre los laterales hasta conseguir desprenderla.
Los pezgueros cortan la pez en varios trozos denominados tercios, cuyo peso oscila entre los sesenta y los setenta kilos.
Esta fragmentación facilita su carga y transporte desde el horno hasta los lugares de destino. Siguiendo la misma técnica de levantar el bloque de pez, colocar un “palanco”, rayar la superficie por la línea divisoria y presionarla con las manos hasta que quiebra por su propio peso, los artesanos van separando los tercios.
Los pezgueros utilizan una balanza romana para calcular el peso de cada tercio. Éste era el momento de negociar el precio de la pez con los compradores o calcular el dinero que en concepto de oro negro guardaban en las casas hasta ponerlo a la venta.
Termina aquí el proceso de elaboración tradicional de la pez que, generación tras generación, han venido practicando los pezgueros de Quintanar de la Sierra para abastecer al mercado español de este producto que tenía gran demanda en tiempos pasados.
César Ayuso