]Y bueno, por supuesto quiero hacer una crítica centrada en su sección de “cuidados y conservación”.
Prácticamente soltó la misma retahíla de inexactitudes y ocurrencias en este
post
Ya le respondí entonces y vuelvo a decir lo mismo, si acaso incluiría muchos más signos de exclamación, negrita y subrayados.
Podría haber expuesto una serie de consejos, que él, como aficionado usa en sus piezas. Unos consejos de sentido común. Manipular las piezas con guantes, cuidado con la corrosión, preservar las piezas de la humedad, no guardar las piezas junto a su funda de cuero (esto si lo dice). Pero no, lo plantea como un gran teórico de la conservación/restauración, eso es lo que más me indigna.
En este aspecto es muy atrevido, se dedica a sentar cátedra creando lo que podría ser un peligroso manual práctico.
Habla de disolventes volátiles,…isopropílico. Como no incluye una bibliografía me imagino que habrá leído a Liliane Masschelein en Les Solvants, o habrá realizado multitud de test de solubilidad, me imagino que habrá escogido el del gran Paolo Cremonesi. Me imagino que tiene todas las fichas técnicas y de seguridad de los productos que usa.
Algodón mágico…sabrá la composición del algodón mágico, ¡que va a saber! .
Puedes aconsejar su uso pero tendrás que explicar sus contraindicaciones, ¿no?.
Y después dice: “En el caso de decidir restaurar la pieza mi consejo es encargarla a un profesional o entendido en la materia (sic), con preferencia un artesano a quien explicaremos nuestra idea de cómo proceder”.
A ver, un artesano que fabrica una navaja no tiene ni idea de restaurarla y conservarla, puede repararla, eso sí. Le recomendaría leer a Ana Macarrón en su libro “Conservación del Patrimonio Cultural”, ahí encontrara la terminología adecuada.
Si me solicitan un informe técnico y una propuesta de intervención de una navaja, y el sujeto empieza a explicarme su idea de cómo proceder ante la pieza…salen del taller en cero coma él y la navaja.
Si yo esto me lo conozco, estos son consejos de anticuario, los conozco. Trabajé hace décadas con algunos restaurando mobiliario, sé los “mejunjes” –como ellos los llaman- que utilizan. Y la base es dejar la pieza bonita para su venta, utilizando productos de bajo precio. En vez de usar permetrina uso petróleo, y así. El problema es el uso de productos de los cuales se desconoce completamente como afectarán al material en el futuro, porque da igual, el futuro de la pieza acaba cuando sale de la tienda o el puesto.
Como en todo hay excepciones, conozco algún anticuario que tiene en nómina a algún restaurador adecuado.
El problema es como plantea la conservación de estas piezas, no es que se equivoque él, es que quiere equivocar al neófito.
A los que os interese el tema leed a Cesare Brandi, el padre de la restauración moderna. Es maravilloso el conocimiento que transmite, los sentimientos, la cautela ante una obra única, su amor por el arte en sus distintas formas.
En cambio en este apartado del libro lo que se vislumbra es un gran amor del autor por el autor.
Un saludo.